Poco pudieron hacer los tres espadas el viernes, quienes tiraron de oficio y ganas ante un descastado encierro de Pereda. David Mora se impuso a su segundo en una faena que comenzó por alto y con trincheras, para abrirse. Por la derecha el toro iba más largo pero con la izquierda gustó más, aunque se acabó antes. Faena de recursos, firmada por una buena estocada, que resultó ovacionada.
Fandiño y la espada
Fandiño se quedó sin oreja por culpa de la espada. Hizo una faena a menos al noble pero rajadito cuarto, a base de insistencia. Bien colocado logró que sonara la música con la derecha para gustarse después toreando al natural, hasta que el toro fue menos y todo fue imposible. Aún así el de Orduña se arriesgó con bernardinas, final de infarto que no logró refrendar con el estoque.
A Esaú Fernández le traicionó su ímpetu, resultó basto en los lances, no acoplándose al animal. No le faltó valor, pero sí templanza en todos los sentidos.
‘El Cid’ es torero de Sevilla y eso se nota. El sábado le cortó una oreja a un toro de dos, al que le realizó una faena llena de altibajos. Un solo natural en el centro del ruedo bastó para la redención, hondo y largo, luego nada.
Castella ha pasado esta temporada por Sevilla sin pena ni gloria. No supo tocar los acordes adecuados del toro, ni de la plaza, estuvo frío y abrevió en su segundo, que se vino a menos tras la suerte de varas. El tendido le respondió con su elocuente silencio.
Talavante dio pases templados con la derecha y profundos con la izquierda, esa izquierda que debutó en San Isidro esta temporada y que nos tenía sin ver en Sevilla desde 2007.
Un Talavante resuelto y entregado puso de acuerdo a la plaza, que le concedió una oreja a pesar de fallar en un primer intento con la espada.
Demostración de poder
Ayer, la última de abono, ‘El Juli’ demostró, una vez más, que es capaz, como pocos, de hacer embestir a un toro. Su faena al segundo fue una demostración de poder. Julián lo obligó a embestir largo por la izquierda. Se expuso como cada tarde y demostró por qué manda en el toreo, se la jugó en un pase cambiado por la espalda, tras una tanda de derechazos, pero le falló la espada.
José María Manzanares se quedó sin opciones. Su primero, bravo toro de 608 kilos, perdió la fuerza en varas. El alicantino no supo tirar de él y abrevió. El sobrero de Salvador Domecq pecó de falta de clase, se metía por dentro y Manzanares después de intentarlo en varias tandas con la derecha se fue a por la espada.
El jienense, Curro Díaz, se lanzó sin ambages a rubricar la faena que había cuajado a base de aguante y oficio al primero de la tarde. Exprimió cada embestida del animal y lo hizo a golpe de muñeca, gustándose y gustando por ambas manos. Lo mejor los derechazos y trincherillas a pie quieto. Díaz resultó el triunfador de la tarde, lo impensable sucedió. La paradoja es inevitable en lo taurino.