La pandemia del coronavirus ha sacado al Ejército de su invisibilidad habitual y ha acentuado la necesidad de invertir en tecnología, innovación y ciberdefensa dentro de una sociedad poscovid que marcará el final de la era analógica y en la que los países tenderán a depender menos de otros.
Cuatro analistas del mundo de la defensa, dos militares y otros dos del ámbito académico, analizan para Efe las consecuencias que puede tener la crisis sanitaria en las Fuerzas Armadas y la política e industria militar, un sector clave en el campo de la innovación.
"Si una cosa se ha visto clara es que hay que invertir en defensa", opina Antonio Fonfría, profesor de Economía de la Defensa en la Complutense de Madrid. Sin esa inversión, destaca, las Fuerzas Armadas no habrían estado preparadas para la operación Balmis, en la que se han llegado a desplegar 8.000 militares luchando contra el virus.
Para Fonfría, la crisis les ha dado la oportunidad de dejar de ser invisibles. "Hemos visto a señores de uniforme que son igual que el resto, porque no son más que una extracción de la sociedad, y hemos valorado su trabajo".
Pero no solo ha cambiado su imagen, anacrónica para algunos que encasillan a los militares en los de "hace 40, 50 o 60 años y no se parecen absolutamente en nada", sino que la pandemia ha puesto de manifiesto, según el economista, hacia dónde deberían caminar.
España, recuerda, es el segundo país por la cola de la OTAN en gasto en defensa y ahora tiene que mantener la inversión "más 'soft'", en labores de protección civil como las de Balmis, sin descuidar la de carros de combate, barcos o aviones.
Pensar que estos últimos son prescindibles, dice Fonfría, "es pueril" porque supone creer que España no tiene otro tipo de amenazas a las que hacer frente. Y se pregunta cómo habríamos traído toneladas de material sanitario de China sin los aviones del Ejército del Aire.
Pero también opina que hay que "cambiar el chip, ser más valientes a la hora de invertir" y salir de lo tradicional para apostar por la ciberseguridad y el espacio, nichos de innovación en los que despuntan las empresas de la defensa para conformar un tejido industrial que garantizaría la "autonomía estratégica" de España, altamente dependiente del exterior, en un momento en el que "hemos aprendido que nos pueden tomar el pelo ahí fuera".
Eugenia Hernández, analista de Inteligencia en el Instituto de Política Internacional de la Universidad Francisco de Vitoria, subraya esa predisposición de los países a "mirarse los propios ropajes" tras la pandemia, una crisis que actuará de "acelerador de tendencias" como la digitalización.
"Va a haber un mayor desarrollo de la tecnología. Ya existía, pero ahora lo vamos a tener más claro porque esta pandemia no ha sido una guerra, ha sido algo no esperado". Lo que Hernández llama un "cisne negro", un "escenario de alto impacto y baja probabilidad" que pondrá sobre la mesa la necesidad de innovar, también en defensa.
Visualiza así unas Fuerzas Armadas más tecnológicas, con más presencia de mujeres a consecuencia de ello y más conectadas con ámbitos civiles como la ciencia y la industria.
La inteligencia artificial, los satélites, los robots o los drones son campos de investigación en los que lo militar entra de lleno porque, explica Hernández, "la industria y tecnología de defensa no es sólo para defensa, es una oportunidad para el entorno empresarial español".
El coronel retirado Enrique Fojón, profesor del Política de Seguridad y Defensa en el Instituto Gutiérrez Mellado, también cree que la COVID-19 "va a marcar el final del tránsito de la era analógica a la digital" y supone, coincide con Hernández, una oportunidad para promover la innovación.
Y para replantearse la "poca cultura de seguridad nacional" que hay en España, la necesidad de construir una "infraestructura nacional que dé alarmas" ante crisis de este tipo y "sea capaz de actuar como una estructura comandada por alguien" para luchar contra estos fenómenos de forma coordinada.
Fojón también cree en que la actuación de los militares en la operación Balmis ha reforzado su imagen. "En el momento en que han tocado el timbre, ahí estaban", destaca, por lo que invita a "aprovechar la ventaja del momento" para valorarlos.
Un cambio de percepción que aprecia asimismo el coronel y analista de defensa Carlos Calvo, aunque recuerda que las Fuerzas Armadas no tienen como misión principal esas labores.
Y avisa de que una reducción del presupuesto en defensa puede acabar con mucho tejido empresarial, ya que un 90% de sus empresas son pymes. "Todos los sectores sufrieron la crisis, pero en el mundo de la defensa fue especialmente dura. Si en una década tiene dos golpes fuertes, puede no volver a levantarse".
Estas últimas semanas la industria militar ha hecho, según Calvo, un trabajo "impresionante" arrimando el hombro para producir material sanitario. "Las empresas pequeñitas de defensa, que tenían capacidad de producción y mentalidad de servicio e innovación, se pusieron inmediatamente a producir. No pueden dejarlas sin inversiones porque se mueren", recalca.
Una industria, destaca Calvo, que mueve alrededor de 10.000 millones de facturación al año en España, pero, apunta Fonfría, un 13% pertenece empresas extrajeras. Y esas compañías foráneas se llevan tres cuartas partes de la cuota de mercado.
De ahí la importancia, dice este último, de conseguir esa autonomía estratégica, ver "más allá del sillón, más allá de una legislatura" y "cambiar la orientación de las inversiones en defensa".
Por eso Fonfría espera que no sea una oportunidad perdida: "Si no somos capaces de hacerlo no vamos a haber aprendido nada de esta pandemia; lo habrán aprendido las Fuerzas Armadas, pero no nuestros políticos".