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Huelva

La antigua cárcel de Huelva, símbolo represión franquista contra homosexuales

Un lugar donde en los últimos años de la dictadura comenzaron a llegar presos "diferentes" que cansados de esconderse empezaban a reivindicar su visibilidad

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  • Cárcel. -

 La antigua cárcel de Huelva, considerada lugar de "Memoria Histórica de Andalucía" fue desde finales de los años 60 y hasta 1978 una de las prisiones donde el franquismo mandaba a los homosexuales para su "reeducación", un lugar donde al final de los últimos años de la dictadura comenzaron a llegar presos "diferentes" que cansados de esconderse empezaban a reivindicar su visibilidad.

De aquellos últimos años de la dictadura y primeros de la democracia en la antigua prisión provincial onubense tiene un profundo recuerdo Manuel de San Anselmo, que entró a trabajar como funcionario en la cárcel en 1973 y convivió durante nueves años con los presos homosexuales allí recluidos.

El funcionario relata a EFE que el régimen penitenciario que vivió en Huelva en los setenta "era igual que el de las demás prisiones españolas" y agrega que en aquellos penúltimos días de dictadura, el sistema penitenciario aún se organizaba según el perfil de los presos: "a Huesca iban los psicópatas, a Segovia los ebrios, a Lérida los menores, Cartagena el primer grado y otras como Carabanchel acogían una mezcla".

Huelva -subraya- acogía a los homosexuales que catalogaban como "activos", los "pasivos" -precisa- eran enviados a la cárcel de Badajoz.

"Muchos se hacían pasar por activos para venir a Huelva y convivir con sus parejas", relata Anselmo, y es que la vida allí dentro transcurría "de dos en dos".

"Quién no tenía, buscaba", cuenta el exfuncionario, y a la pregunta de si en la cárcel de Huelva se castigaban las relaciones entre los presos, la respuesta es un tajante "no".

"Dentro de la cárcel existía un mundo con normas propias", cuenta, y es que la prisión -agrega- era una "burbuja" en la que lo raro era no ser homosexual.

De San Anselmo añade: "Teníamos buena relación con los presos y sus familiares", y cuenta, entre muchas anécdotas, que una madre le dejaba el dinero de su hijo para que se lo administrara "el habría gastado el dinero del mes en unos pocos días".

"Éramos muy pocos funcionarios, convivíamos con ellos", Anselmo destaca las charlas, la confianza que tenían con muchos presos y las risas dentro de la prisión, "en líneas generales, el trato era bueno".

El exfuncionario contó a EFE que en principio, todos entraban por delitos comunes, "el preso con la condena más larga había asesinado a su madre tirándola a un pozo", aunque otros muchos estaban allí por haber sido descubiertos maquillándose, vistiendo ropa de mujer o por haber celebrado fiestas en domicilios privados "el gobernador civil los metía en prisión por escándalo público". Todos convivían en Huelva, sin distinción.

Cuando De San Anselmo entró a trabajar en la cárcel a principios de los setenta, en España estaba vigente la ley de peligrosidad y rehabilitación social que perseguía sistemáticamente cualquier actitud homosexual.

En cambio, dentro de la prisión existía, según el exfuncionario, una lógica ajena al mundo exterior "no se penaban las relaciones entre presos", dice Anslemo, porque eran de alguna manera, parte del día a día de la cárcel.

Luego, incluso, hasta las favorecían "al final de todo hubo un reducto de nueve homosexuales que estaban separados de los internos comunes. Ya no existía el taller de la prisión y las familias no podían mandarles dinero porque eran de fuera", por lo que algunos encontraron en la prostitución una fuente de ingresos.

"Nos pedían que los dejáramos pasar unas horas al patio de los comunes, allí trabajaban para 'el desahogo' de los otros".

Huelva, que era una prisión de provincias que apenas llegaba a los doscientos internos, cambió de raíz cuando una serie de motines se produjeron en otras cárceles más grandes y absorbió presos procedentes de centros como la Modelo de Barcelona.

"Empezaron a llegar presos operados", relata Anselmo, y dice que cuando entró el primero de ellos los menores de la cárcel pensaban que había entrado "una mujer", y es que aquel preso tenía pecho.

Más adelante, esa persona confesó a Anselmo que en la calle ejercía la prostitución, e igual que los muchos otros que entraron después, necesitaba hormonarse "los médicos les recetaban lo que necesitaban", relata.

"El sitio de trabajo era en los clubes de noche y la calle", continúa el funcionario sobre la vida de aquellas personas.

"No podían acceder a otros trabajos, estaban perseguidos", concluye Anselmo, y reflexiona sobre el cambio en la sociedad actual.

Los últimos días en la antigua cárcel de Huelva no debieron parecerse en nada a cuando se fundó en 1930; tampoco a cuando la ley de vagos y maleantes fuera reformada en julio de 1954 para incluir la homosexualidad dentro de los "comportamientos antisociales" a perseguir.

Una placa sobre el muro de la antigua cárcel, permanentemente cerrada, condena "la injusticia histórica" que sufrieron miles de personas por "ejercer su libertad de ser y amar diferente". 

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