Cuando uno va a casa de Antonio Narváez, conocido por todos sus amigos como ‘Finidi’ en alusión a su pasión por el Betis, lo hace con la ilusión de quien sabe que va a ver la colección completa de todas las botellas en las que se ha envasado alguna vez la cerveza El Alcázar de Jaén, pero lo que se encuentra al llegar allí es un auténtico tesoro de la historia de la ciudad. No se le quita la sonrisa de la boca a este jienense mientras muestra una vitrina que se le ha quedado pequeña.
“La hice cuando tenía muchas menos botellas, pero es que ahora las tengo todas”, argumenta. En total son 122 y entre ellas se encuentran algunas reliquias como el último litro de cerveza El Alcázar embotellado en Jaén y firmado por todos los trabajadores que se encontraban en aquella zona de la fábrica en aquel momento; una botella de muestra en la que probaron una receta distinta de la cerveza o la que para él es la joya de su corona. “Esta es la primera botella embotellada con marca en Jaén, Es de la marca El Lagarto, que estuvo vigente de 1920 a 1928, cuando pasó a llamarse El Alcázar”, dice mientras sostiene una botella color verde oscuro, con un tapón de corcho y que recuerdan a las películas de piratas. Observando la vitrina uno puede llegar a pensar que tiene botellas repetidas pero Finidi las conoce al milímetro y explica que no hay dos iguales.
“En algunas cambia la imagen del castillo, alguna de las etiquetas o simplemente el eslogan”, cuenta dejando claro el nivel de cuidado que ha seguido hasta dar con todas las botellas que han salido de la fábrica situada en La Imora. Tiene en su poder algunas que ni llegaron a distribuirse por ser meros errores de fábrica. Para hacerse con todas ella ha invertido ya más de dos décadas de su vida aunque en realidad su relación con la cerveza El Alcázar empezó antes incluso de que naciese.
“Mi abuelo materno ya trabajó en la maltería de la fábrica y después dos de mis tíos trabajaron haciendo esta cerveza”, narra sobre una profesión que él mismo llegó a desempeñar cuando tenía 22 años. Heredando, adquiriendo en webs especializadas y cambiando con otros coleccionistas, Antonio Narváez se ha ido haciendo con piezas de un valor incalculable y que para él suponen un orgullo porque “hay mucha gente gente que al ver la colección me dice que tengo aquí parte del ADN de Jaén”. “Me dicen que tengo aquí muchas cervezas que han acompañado a distintas generaciones en las celebraciones de su vida y eso es algo muy bonito”, confiesa.
Todavía hay más
Cervezas premium, una lata de Alcázar que lució su nombre en alemán para su exportación, algunas que parecen ser champagne y otras que por el simple color del vidrio no llegaron nunca a estar a disposición del público. Auténticas joyas, ante mi sorpresa, Finidi cataloga como “la punta de Iceberg”.
Y es que uno casi se desmaya cuando este jienense abre un armario y muestra reliquias como los grifos de cerveza que ha habido en los bares en distintas épocas, la colección de vasos y servilleteros del Alcázar, fotografías históricas y entradas a eventos con la publicidad de la marca. También tiene arcones y cajas de hace décadas y hasta la sombrilla. ¡Si incluso algunas de las publicidades históricas, que son preciosas, lucen en cuadros decorando una casa que bien podría ser un auténtico museo!