Se acerca una importante festividad para la iglesia católica, relacionado con los muertos: el Día de Todos los Santos, en la que se buscan rendir homenaje a todos los santos que han existido a lo largo de la historia, y el Día de los Fieles Difuntos.
El siempre recordado, Vicente Oya Rodríguez, decía que desde que se nace se está muriendo.
Los muertos, en ese estado, son todos iguales. Existe un cuadro de Valdés Leal en el que aparecen dos féretros con sendos cadáveres, uno es un obispo y el otro un noble. Ambos han quedado en nada, en huesos putrefactos. Encima de esos féretros hay un peso con dos balanzas, una de ellas llena de joyas y en la otra desperdicios. En el pie de esas balanzas aparece la frase “ni más” (en la del obispo), “ni menos” (en la del noble). Al final todo queda en desperdicios.
Entre los celtas existía la celebración llamada “Samhain”, que tenía lugar al final de la mitad estival del año. Cerraba la época de las cosechas y acababa con la fiesta de los muertos, inicio del año nuevo celta.
Durante el siglo IV la iglesia de Siria consagraba un día a festejar a todos los mártires. Tres siglos más tarde el Papa Bonifacio IV (año 615) transformó un panteón romano en un templo cristiano y lo dedicó a “Todos los Santos”. Esta fiesta se celebraba inicialmente en mayo, pero el Papa Gregorio III (año 741) cambió la fecha al 1 de noviembre.
Por otro lado, en el año 998, San Odilón, abad del Monasterio de Cluny, en el sur de Francia, añadió la celebración del 2 de noviembre como fiesta para orar por las almas de los fieles que habían fallecido, por lo que fue llamada fiesta de los “Fieles Difuntos”.
Desde muy antiguo se pensaba que en la noche de Todos los Santos, los espíritus de los difuntos salían de las tumbas y vagaban en procesión por toda la ciudad, entrando en las casas de los que morirían al año siguiente. Por ello, al caer la noche las familias se encerraban en sus viviendas, tabicando puertas y ventanas.
En las residencias de antaño, con enormes cerraduras para introducir las llaves, se las tapaban con una gachas de agua y harina.
Eso sí que es nuestro. ¡Más gachas y menos calabazas!, como proclama María Teresa Murcia, cronista oficial de Frailes.