Podía ser un jilguero. Un hámster mofletudo o un entrañable foxterrier. Pero era un cárdeno herrado con el 33 en el pelaje de su lomo y la letra A mayúscula coronada en el anca derecha.
Su nombre en diminutivo, casi familiar, choca con esa recurrente tendencia a nominar desde el nacimiento a los toros bravos con sobrenombres que a veces se aproximan a lo legendario. Y no es por puro capricho, sino por una cuestión de reata y lo que el libro ganadero arroje más apropiado por la familia a la que pertenezca.
En el orden de lidia del pasado sábado 19 de octubre, “Paquito” figuraba como tercero. Primero del lote de Emilio de Justo, que cuando llegó el momento del encuentro sobre el ruedo, aquello fue un toma y daca por parte del torero extremeño y el toro de Victorino en cuestión. Un toro exigente, muy exigente, con un látigo en el cuello que le hacía revolverse al finalizar cada muletazo.
Arrancaba la Filarmónica con los primeros compases de “Agüero” y Emilio de Justo pidió abortar la interpretación. Con un Victorino delante, como ese, hay que estar al cien por cien en los primeros muletazos. Y Emilio de Justo lo fue haciendo poco a poco dentro de una faena que cogió intensidad y tuvo muchísima importancia.
Pero luego pasó algo casi inexplicable pero que pone en evidencia muchas cosas. Desde el tendido de sol, concretamente desde el 4 o 5 comenzó una petición de indulto. Con silbidos, pero no con pañuelos. Los tendidos se fueron contagiando y la petición iba en aumento. Y así fue como se generó una tentativa de indulto a un toro que con sus virtudes, queda muy por debajo de otros que se quedaron en nuestro recuerdo por ser verdaderamente excepcionales a los que no se les perdonó la vida. Emilio de Justo perdió un triunfo rotundo, y escuchó hasta dos avisos por un indulto que finalmente no fue.
Ya en el festejo anterior hubo un mínimo conato de pedir un indulto a un toro de Fuente Ymbro. Iniciado por las cuadrillas, de forma descarada y a conveniencia. No llegó a nada porque la triquiñuela era evidente. Pero esto fue diferente, porque puso al descubierto el nivel de desconocimiento en materia taurina que puebla los tendidos de nuestra plaza. Y ojo, que la feria ha sido un exitazo de público que presagia que los festejos taurinos en nuestra ciudad recobran vida y se sitúan al alza. Los datos lo evidencian.
Pero lo sucedido el pasado sábado, con las cámaras de televisión – por duplicado- muestran algo que especialmente me duele por la imagen que se da de la afición de aquí. Porque aquellos que vociferaban exigiendo el indulto luego no hicieron lo propio para solicitar la vuelta al ruedo que sí se le concedió. Un público triunfalista que por el contrario desconoce las normas no escritas de la liturgia que rige la tauromaquia y también aquellas que sí están escritas en el reglamento taurino.
En la contrabarrera del tendido 2 en esta feria se ha acuñado un término autóctono –“Chivani”- para referirse a conductas así, que en el toreo siempre han recibido el despectivo apelativo de “chuflón”. Triste es que nuestra plaza entre su numeroso público se llene de “Chivanis” que le pidieran sin rubor el indulto a “Paquito” cuando ni siquiera el propio Victorino Martín se mostraba favorable. Peor será cuando sean capaces de pedírselo a un toro de rejones cualquier día y se monte en Jaén un pifostio monumental porque el palco no lo conceda. Porque lo que no puede ser, no puede ser.