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?No estoy dispuesto a decir que Gibraltar es una sociedad tolerante?

Entrevista con Felix Alvarez, presidente de Gibraltar Gay Rights (GGR)

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Felix Alvarez lleva años luchando para que la voz de las minorías sea escuchada y se abogue a favor de los derechos de los ciudadanos en Gibraltar. En esta ocasión, analiza la situación actual.

—Desde que Felix Alvarez comenzara su labor de presión y lucha en Gibraltar ¿cómo han cambiado las cosas y de que forma se ha modernizado la sociedad?

—Bueno, supongo que la pregunta se contextualiza dentro de lo que es el panorama de derechos humanos en Gibraltar. Para comenzar, siempre he distinguido entre lo que es la Administración gibraltareña y sus instituciones y el ciudadano de a pie, el pueblo. Respecto al gobierno, seguimos teniendo una Administración liderada por un político, Peter Caruana, poco interesado y, en la opinión de muchos, férreamente opuesto al progreso de la ciudadanía en temas de derechos humanos. De hecho, el único escrito que jamás yo como presidente de una asociación de derechos humanos en Gibraltar he tenido el honor de recibir del ministro principal, fue para dejarme bastante claro que no tenía la menor intención de hacer nada por promover los derechos de las minorías sexuales en Gibraltar, a no ser por una obligación judicial. Creo que queda claro. Al mismo tiempo, no quisiera tachar al partido político actualmente en el poder de la misma manera. Soy consciente de que, a pesar de la presencia de algunos ministros en el gabinete del ministro principal que por razones ideológicas mezcladas con ideas religiosas personales se oponen a los derechos de toda una serie de ciudadanos (no sólo gays y lesbianas), que existen fisuras dentro del mismo partido.   
—Por lo tanto no es algo generalizado
—Como en todos los ámbitos sociales, no todos los que apoyan el partido Social Demócrata de Gibraltar (el partido de Caruana) son necesariamente homófobos. Gente buena y gente mala se pueden encontrar en todos los sitios. Creo firmemente que el GSD, como la oposición oficial de Joe Bossano (el GSLP) y el Partido Democrático Progresivo (PDP) tendrán que acceder a la creciente demanda de libertad personal de los ciudadanos de Gibraltar. Sólo es cuestión de tiempo, y nosotros seguiremos diciéndolo. El actual gobierno de Gibraltar, a pesar de haber recibido múltiples peticiones de diálogo real desde nuestra ONG, jamás ha dado una respuesta positiva y de buena fe. Con los demás partidos políticos sí es verdad que hemos podido mantener una buena relación y aceptable nivel de diálogo. Esperemos que cuando entren en el poder esto se traduzca a la realización de los cambios necesarios.
—En ocasiones usted ha comentado que el Peñón no es un lugar democrático en lo que a derechos de homosexuales se refiere. ¿Qué cree que debería cambiar para ponerse en línea con el resto de Europa?
—Habiendo ya respondido en términos más globales a esta pregunta, me centraré en los requisitos más concretos. Desde luego, en el ámbito de los derechos para las minorías sexuales, tenemos que reconocer el derecho al matrimonio gay. Aunque en otros países se ha enfocado la reivindicación ante el más tímido planteamiento de las ‘uniones de hecho’ o de ‘uniones civiles’, y no en términos del matrimonio en sí, la igualdad exige que los gays deben poder acceder a un estatus civil plenamente igualitario. Es decir, llamar las cosas por su nombre: matrimonio. Existe ya en España y existe en otras partes de Europa. También ha de existir en Gibraltar. Una vez alcanzado ese estatus, se empiezan a arreglar todas las desigualdades que derivan del mismo: pleno acceso al tema de derechos de pensión, de acceso a la vivienda, de un tratamiento igual en temas de impuestos y de hacienda, de legislación sobre herencias. Y un largo etcétera de reajustes que provienen de la misma raíz.
—¿Y con relación a otras minorías?
—Hablemos también de los derechos de los minusválidos en nuestra sociedad. El hecho de que la legislación gibraltareña aun contempla la definición de la minusvalía como algo únicamente contraída en el momento de nacer. Es decir, a pesar de que una persona puede verse ante una minusvalía como adolescente o como adulto, la legislación vigente, en términos muy estrechos, sólo reconoce aquella discapacidad identificable en el mismo momento de nacer la persona. El único otro marco existente en Gibraltar es el de la Seguridad Social, a través del cual si una persona ha cotizado tendrá un existente pero limitado recurso en lo que a beneficios y apoyo económico se refiere. Pero, ¿y qué pasa se una persona se queda minusválida media hora después de salir del trabajo? Ya para entonces su minusvalía no está relacionada con su actividad laboral, y su cobertura en lo que es el sistema de Seguridad Social ampara al contribuyente dentro de un marco laboral..
—¿Es un objetivo difícil?
—Es un tema difícil en una comunidad tan pequeña, ya que las normativas y transparencias que suelen conformar los sistemas abiertamente democráticos se ven limitadas por la realidad social de un lugar, y de un pueblo, donde la influencia y el miedo a destacar por enfrentarse con ‘el sistema’ se viven como una amenaza real (el conocido activista de derechos humanos británico, Peter Tatchell, en un informe emitido tras su visita a Gibraltar hace dos años, habló de “un clima de intimidación” en Gibraltar - y creo que dio en el clavo al decirlo).. Queda mucho aún por alcanzar en Gibraltar. Soy gibraltareño y me duele tener que reconocerlo, pero no estoy dispuesto a decir lo de siempre, que Gibraltar es una sociedad idónea de tolerancia, diversidad y paz. Lo siento, pero esa mantra se oye mucho por estas partes, y no es nada más que una tapadera de una realidad muy distinta.
—GGR, la asociación que usted preside ¿ha avanzado en sus temas principales de lucha?
—Llevamos 8 años luchando por la igualdad y por implantar una concienciación dentro de las instituciones y los partidos políticos - pero sobre todo en la ciudadanía - en lo que a los valores democráticos y seglares respecta. Eso lo hemos ido cultivando y creo que hemos ido ganando terreno. También hemos conseguido algún que otro cambio legislativo, trabajando duro en el campo de batalla - es decir, presionando donde se tiene que hacer, en la Unión Europea, en el Consejo de Europa, en los partidos políticos gibraltareños, y en el parlamento de Westminster. El cambio real, sin embargo, tiene aún que llegar.
—¿Cómo valora la conclusión del caso de la pareja de lesbianas que luchaban por compartir la vivienda del Gobierno?
—No es posible valorar en estos momentos. De hecho, la conclusión no es tal. El juez ha desestimado la decisión del Departamento de Vivienda en Gibraltar y le ha remitido su petición para que reconsideren la denegación de que esta pareja de lesbianas puedan acceder de forma compartida el arrendamiento de la vivienda. Tenemos aún que recibir la respuesta. Si el Gobierno decide cambiar su decisión, el caso establecerá un precedente para que futuras parejas de gays y lesbianas puedan compartir vivienda. Y si el gobierno decide mantener su decisión inicial, se planteará la posibilidad de recurrir. Por lo tanto, aún no se puede hablar de conclusión alguna.
—¿Crece con el tiempo el número de personas interesadas en la labor de su asociación?
—Gibraltar es un pueblo pequeño. La experiencia de cualquier ONG es de un continuo flujo de voluntarios y de gente que se une a la labor de día a día. Esa es nuestra realidad. Y me parece muy normal - he asistido a conferencias y congresos tanto en España como en el Reino Unido y en otros lugares internacionales donde realmente me ha sorprendido el número de gente involucrada. Y me ha sorprendido porque, siendo como somos, una sociedad compuesta de como mucho 28,000 personas, la participación en nuestras reuniones y en el día a día es realmente sorprendentemente alta.
—Además de presidente de GGR ¿que otras labores desarrolla en la actualidad?
—Desempeño un nuevo cargo como como coordinador a nivel Europeo de una organización basada en Oriente Medio. Como coordinador mi papel es establecer la organización aquí en Europa. Pero cuando hablo de establecer la organización no sólo me refiero a la selección de una sede en términos de una presencia física, sino también el hecho de establecer los necesarios lazos de contacto y de cooperación tanto a nivel político como de intereses mutuos como organizaciones involucradas en el tejido social. Por lo tanto, esto me lleva a veces a reunirme con diputados y congresistas a nivel de la Unión Europea, con parlamentarios en distintos países europeos, y con organizaciones estatales y no gubernamentales. Una labor difícil, complicada, de mucho viajar, pero también una buena base para ampliar conocimientos. Aunque conocer las realidades de gente demasiadas veces torturadas, asesinadas o simplemente silenciadas por el miedo al poder, nos hace pasar ratos malos. Lo importante, sin embargo, es saber que las voces de esta gente no se pierdan entre el clamor del poder y de los poderosos. 

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