Fundado en 1917 cerrará sus puertas casi cien años después

Publicado: 17/01/2015
Cristobal Bejarano: "Quiero seguir vendiendo hasta que me muera"
Casi cien años le contemplan. Ultramarinos Bejarano, en la calle Unión, cierra sus puertas al “no renovarse el contrato de arrendamiento”, comentaba Cristóbal Bejarano Peñalver  que, a sus 57 años, es ya “la tercera generación” al frente de este establecimiento que, según cuentan las crónicas, “fue el primer almacén de ultramarinos o primera aduana de Jerez y que estaba situada en la calle Santa María, donde actualmente se ubica el popular Tabanco El Pasaje”. Las crónicas datan del año 1917 cuando arribó a Jerez, procedente del pueblo de Arjonilla, en la provincia de Cádiz, Cristóbal Bejarano Lara al que “ conocían como el Chicuco, que es lo mismo que «chico cuco», que venía del norte a trabajar en los almacenes e incluso llegaban a dormir en las instalaciones de dichos almacenes”. Aquel ultramarino o aduana, según anuncios de la Guía Oficial de Jerez que hacía por aquellos años Carlos Campoy,  estaba especializado en “surtido en conservas de todo tipo, embutidos, galletas, chocolates, mantequillas de Asturias y Hamburgo, etcétera”.
Aquel Cristóbal Bejarano le cedió el testigo a su hijo, al padre del actual Cristóbal Peñalver, que “cogió el timón del ultramarinos cuando vino de la Guerra Civil, él estuvo luchando en la toma del Ebro y cuando aquello terminó se hizo cargo del negocio. Yo entré con 17 años, por aquello de que no me gustaban demasiado los estudios. Mi padre falleció hace quince años, pero siempre he estado a su lado, repartiendo mandaos. Hay que tener en cuenta que antes esto también era un depósito de hielo y vendíamos la nieve al Hotel Los Cisnes, al San Francisco, al economato de Domecq. El hielo nos los proporciona la fábrica de los Vergara que estaba junto a la Estación de Ferrocarril”.
“La legumbre de Castilla, la alubia roja, la pinta, la negra, la amarilla canaria, la fabada, la arrocida, gallegas de Carballo, carilla de Extremadura, la tolosana, los frijoles madrileños, las lentejas de Villafranca del Bierzo, chacina como el chorizo picante de León, chorizo de la Rivera, chorizo de Grazalema, morcilla de Granada y Jaén, queso picante del País Vasco, todo tipo de especias como pimienta de Jamaica, jengibre, clavo, pimienta de la India, pimentón de Extremadura, conservas del sur como melva canutera de Almadraba, atún de Tarifa en tronco, bacalao noruego o sardinas arenques de Isla Cristina, entre una gran variedad de productos de máxima calidad se han vendido en Ultramarinos Bejarano donde “seguimos con nuestra clientela, pero antes venía mucha gente del campo, como Paquita de La Teja, gente de los Albarizones y demás. Venían para las matanzas y les vendíamos las tripas, la sal, el pimentón, el clavo, la pimienta para hacer el chorizo y la morcilla. Antes en el centro solo existía la Plaza de Abastos y ahora hay muchas grandes superficies, muchos supermercados”.
Cuenta la anécdota de la sal que “antes la fruta y la sal se vendían suelta, no como ahora que se vende en sacos. La sal la traían en un carro y  mi padre la descargaba con una pala y la ponía en el suelo. La vendíamos a bodegas, como González Byass, ya que servía para depurar el vino”.
Historias de casi cien años que se resisten a morir “porque yo me quiero morir vendiendo productos a mi clientela. Me tendré que ir, porque la propiedad del inmueble no ha contestado a las cartas que he enviado, pero estoy buscando algo, otro local, lo que pasa es que me piden 700 u 800 euros y eso es mucho. Pero algo encontraré y seguiré con el público. Tengo 57 años, cuarenta en el negocio y con el negocio he criado a mis tres hijos. Entré aquí con 17 años porque era el único varón en casa y empecé a ayudar a mi padre en la tienda porque lo operaron del corazón y le llegaron a poner cinco bypass, y tenía que ayudarlo. Al principio no me gustaba demasiado, pero luego sí que me ha gustado porque ha estado presente en mi vida”.
Y me saca un taco del almanaque del Sagrado Corazón, concretamente la hoja del viernes 5 de octubre de 1917 que “es como una reliquia, es algo que no quiero perder”. Y la historia del ultramarinos en la Guía de Jerez, en el libro de Carlos Fernández Villegas. Una historia que se resiste a terminar, aunque se tenga que cambiar de sitio.
 

Manteniendo la esencia

Con Ultramarinos Bejarano, aunque Cristóbal siga en otro local, se pierde una parte de la historia de Jerez. El ultramarinos de la Escalerilla, como siempre se le ha conocido, nuca perdió su esencia de los comienzos del siglo XX. Aún la mantiene, incluso Cristóbal le da con su propio aspecto un aire decimonónico a un local sin el que el centro no va a parecer el mismo. Los tiempos cambian y los contratos también. La nueva ley de arrendamientos ha dejado casi sin locales comerciales a la calle Unión. El último en irse va a ser precisamente Bejarano, el de las cartillas.  “Había gente que compraba con cartillas, lo dejaban a deber y al cabo de un par de meses pagaban. Siguen viniendo los hijos porque conocían el sitio de acompañar a sus madres”.
 

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