Algún día tendremos que analizar de forma profusa, sin ningún tipo de interés partidista, y sobretodo para poner remedio, cuales son las causas para que Andalucía tenga el record del paro de Europa, y no solo ahora que estamos en crisis, también lideramos el paro en época de bonanza.
Desde nuestra entrada en la Comunidad Europea en 1986, Andalucía ha recibido en distintos formatos de fondos europeos más de 70.000 millones de euros, que se dice pronto. Somos región objetivo número 1 ó A, según el nuevo marco. Supuestamente hemos recibido tal cantidad de dinero para converger con el resto de territorios, mejorar nuestras infraestructuras, nuestra formación, hacer más competitivos nuestros sectores productivos y todo encaminado a la mejora de nuestra capacidad de crear empleo.
Todas las fuerzas políticas han pedido algo que parece lógico, para el territorio que tiene la mayor tasa de paro, la mejor receta, un plan de empleo, que por un lado mejore la formación de nuestros desempleados y por otro genere más opciones de crear empleo, pero esto contrasta con lo que ha denunciado el Sindicato Andaluz de Funcionarios y que posteriormente ha sido reconocido por el propio consejero Maldonado en sede parlamentaria, la Junta de Andalucía ha devuelto, o dejado de invertir más de 800 millones de euros para formación y empleo de la Unión Europea desde 2011.
“El primer año se devolvieron más de 200 millones de euros que ya estaban consignados porque no se llevaron a cabo los proyectos previstos (escuelas taller, casas de oficio, talleres de empleo, etc.) porque por decisión de la Presidenta se aparcaron, y los tres siguientes aún teniendo otros 200 millones de euros por anualidad, no se ingresaron porque ni siquiera se solicitaron”, esa fue la respuesta literal del Consejero de Empleo de la comunidad con el record del paro de Europa, y se quedó tan pancho.
Las causas del paro en Andalucía están cada vez más claras, la falta de inversión en infraestructuras que nos hagan más competitivos y nos conecten mejor con los mercados, la dependencia durante demasiado tiempo del ladrillo, la falta de poder económico, y por supuesto la mediocridad de la clase política dirigente.
