El comportamiento de muchas de sus especies ha dejado de ser el mismo desde que no tienen visitantes
Después de nueve semanas sin recibir turistas, la vida de los animales del zoo de Fuengirola (Málaga) ha cambiado. Desde que, como consecuencia de la COVID-19, el Bioparc cerró sus puertas al público, el comportamiento de muchas de sus especies ha dejado de ser el mismo.
En los que más se aprecia esta modificación de la conducta es en los mamíferos, según ha explicado a Efe la responsable de Mercadotecnia y Comunicación del parque, Marta Pérez.
Toñi y Tissa son una pareja de leopardos que llevan cerca de quince años en el centro. Antes de que cerrara, era muy habitual ver sobre todo a Tissa, el macho, defendiendo su territorio. Pero en estos días, es más común verlo junto a Toñi, tranquilo, sobre las ramas donde suelen estar cuando descansan.
“Por naturaleza, los mamíferos son seres sociales y cualquier estímulo que detectan en otros individuos les atrae y les llama la atención”, y por eso son ellos los que han sufrido grandes cambios en su actitud, explica.
Ares y Den son dos gibones que viven en una isla del parque. Era muy habitual ver a estos monos -monógamos, de brazos largos y sobre un metro de altura- mirando a la gente, saliendo de entre las ramas y cantando a dúo para llamar la atención de los visitantes. Pero ahora, apenas se les ve por su zona.
“Son animales muy curiosos, pero ahora que no tienen los estímulos de los visitantes para salir de la copa de los árboles para ver de dónde viene ese ruido o qué es ese olor se camuflan en la vegetación todo el día”, comenta Pérez.
En este sentido, indica que esta falta de incentivos es lo que provoca el cambio de actitud en los animales. Los visitantes eran, para la mayoría de las especies, un “enriquecimiento ambiental”.
Detalla que este enriquecimiento ocurre cuando un elemento externo reta los instintos de los animales: una familia está visitando el parque y alguno de los miembros lleva perfume; los mamíferos lo percibirán y reaccionarán a él buscando de dónde y de quién procede. Ahora que no hay público no tienen esas distracciones.
Los potamóqueros (jabalíes africanos), con su peculiar pelaje rojo, patas de color negro y la línea blanca que recorre su columna vertebral, también echan en falta los estímulos que eran para ellos los visitantes.
“He pasado tres veces para hacer fotografías y se acercan hasta el límite de la instalación, hacen sonidos, mueven la cabeza…”, comenta la trabajadora del centro.
Aunque en reptiles y pájaros es más difícil apreciar un cambio de comportamiento, la ausencia de público está favoreciendo la puesta de huevos, sobre todo en las aves de pequeño tamaño. Están en periodo de incubación y se encuentran mucho más tranquilas que cuando recibían visitas.
Marta Pérez destaca que, cuando el zoo está abierto al público, tienen que acotar y observar continuamente la zona de cría para que la gente respete esa distancia con los polluelos. Y, a pesar de sus precauciones, muchas veces intentan sobrepasar la distancia que recomiendan.
“En general ahora todos los animales están más tranquilos”, comenta Pérez, y recuerda que un faisán de Palawan acaba de tener dos pollitos y, Ares, la gibón pareja de Den, está preñada y pronto dará a luz. “Es una pena porque va a tener la cría y la gente no la verá hasta que abramos el parque”.
El medio millar de animales de más de cien especies del Bioparc de Fuengirola -que tras el ERTE del 14 de marzo redujo la plantilla al 23 por ciento- parece que tendrán que esperar hasta la fase 2 de la desescalada para volver a recibir esos estímulos que son para ellos los visitantes y regresar, así, a su normalidad.