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San Fernando

"Quiero ser optimista y creo que lo sembrado en 2010 se recuperará"

José Quintero sigue defendiendo que la inversión en cultura siempre da beneficios y que lo que no se terminó en el Diez puede dar frutos en un futuro.

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José Quintero  González contaba con la experiencia de una exitosa etapa como concejal de Cultura en el Ayuntamiento de San Fernando y con una convicción que ya había hecho pública en 1997. Que la inversión en cultura trae beneficios para una ciudad y que San Fernando cuenta con potencialidades suficientes para aprovecharse cultural y turísticamente de ello. Sobre todo con los cimientos que hay colocados a modo de proyectos sin terminar, pero con mucho avanzado.

—-¿Qué se hizo bien y qué se dejo de hacer en el Bicentenario de 1810?
—Se hicieron muchas cosas, pero me siento particularmente orgulloso de que el 90 por ciento de las actividades que se hicieron fueron en colaboración con entidades de todo tipo, desde la Universidad de Cádiz a la Federación de Asociaciones de Vecinos pasando por Glamour que como se sabe es una asociación de baile. Eso para mi fue fundamental. Ahora bien, ¿el éxito del Bicentenario, cómo lo queremos medir, o cómo se va a medir? Si se mide desde el punto de vista de la participación ciudadana, creo que fue un éxito. Si se mira desde el punto de vista de las actividades más académicas, universitarias… creo que se hicieron cosas muy importantes. Se hizo un congreso sobre La Isla y el constitucionalismo que significó la puesta de largo de la ciudad en cuanto a su entidad parlamentaria con los mejores especialistas en Historia Contemporánea como ponentes. Ellos fueron los que comenzaron a decir en los foros universitarios que La Isla pinta algo desde el punto de vista académico, porque ya sabemos que por las razones que sean, el protagonismo  de La Isla ha sido omitido. Ha sido de las poquísimas Cortes que han podido existir que no se llaman por el nombre del lugar donde se constituyeron.
 

—(...)
—Hicimos otros congresos que contribuyeron a difundir de manera decidida parte de nuestra Historia, como el congreso sobre el Duque de Alburquerque, donde no sólo se dio a conocer el papel de La Isla en lo que hasta entonces se conocía como el Sitio de Cádiz, sino que pasó a convertirse en el Sitio de La Isla y de Cádiz que es más exacto. También hubo congreso de abogados administrativistas, uno de los grandes hitos que no sé si se difundió su importancia como homenaje a los grandes padres del Derecho Administrativo de este país. Eso era lo que estábamos buscando, un espacio en el que La Isla pudiera ocupar su lugar en los foros altamente especializados relacionados con todo esto, e intentar que La Isla fuera un centro para determinados tipos de congresos, no muy multitudinarios, pero sí congresos medios.

—Habría que hacer un paréntesis en ese aspecto porque se trata del más reivindicativo del Bicentenario. Hay que recordar lo que contaba el ex alcalde Antonio Moreno cuando siendo diputado le enseñaban el cuadro de Casado del Alisal y le decían que era en Oratorio de San Felipe Neri. Y Moreno les decía que aquello era la Iglesia Mayor de San Fernando. O sea, que se trataba de meter a San Fernando en la Historia como le correspondía.
—Exacto. Lo que yo quiero decir es que a nivel popular ya había una cierta base por el trabajo que se había desarrollado en los años precedentes, pero a nivel académico no existía ese reconocimiento. Y creo que eso es lo que nosotros comenzamos a construir en el Diez. Y a nosotros nos interesaba el mundo de la Historia, por la que significa y el mundo de la abogacía, por la relación que tiene con el constitucionalismo. Además se hicieron distintas exposiciones, como la del Duque de Alburquerque o la que se hizo sobre fotografía en la calle Real, independientemente de que cada persona tiene sus gustos sobre arte, que tenía el objetivo de convertir a la calle Real en un espacio de participación social, cultural y de actividad dinamizadora en general. Se trajeron algunos elementos que creo que contribuyeron a darle a La Isla el espaldarazo que necesitaba. Igual que se consiguieron cosas en el aspecto de la participación y en el aspecto lúdico.

—Es el aspecto material donde fallan las expectativas, quizá porque se crearon demasiadas. Teníamos un panel de cien proyectos.
—Yo siempre pongo el mismo ejemplo. Se tocaba la culminación de las obras del castillo de San Romualdo y no se concluyó. ¿Por qué? Desde mi punto de vista, por la crisis. Lo que parecía que iba a ser una subvención que estaba ya concedida, se retrasó lo suficiente como para que no se pudiera terminar la obra. Se retrasó, cuando estaba al alcance de la mano, la obra del Real Carenero que se veía ya como una realidad. Por varios días no se empezaron las obras de la Ruta de las Baterías, un proyecto bonito e ilusionante que entendíamos que podía ser muy participativo además de históricamente interesante. Estaba aprobado por todas las instancias, era Costas la que lo estaba haciendo y había un ingeniero de Costas muy implicado en el tema como cualquiera de nosotros. Era económicamente asequible sin perder su atractivo, respetuoso con el medio ambiente. Me llama el ingeniero, tan dolido como me quedé yo, para decirme que se habían hecho públicas las restricciones presupuestarias y que de momento se quedaba el proyecto parado.

—Ese fue uno de los muchos que se quedaron en el camino.
—Si se quedó parado el Real Carenero que era cuestión de unos meses… ¿lo demás? De lo demás ya nos dimos cuenta de que habría muchas cosas que no se podrían conseguir.

—Ahora mismo tenemos una serie de metros cuadrados restaurados que no sabemos qué hacer con ellos porque no hay dinero ni para terminarlos o rematarlos. Posiblemente eso haya hecho que la gente haya visto el Bicentenario como un fracaso y no como un éxito.
—Es probable. La percepción que yo tengo es que la gente en ese momento diferenciaba un elemento del otro, y es mi punto de vista. El problema es que al estallar la crisis, las personas comenzamos a ver las cosas con una perspectiva mucho más realista, que está muy bien todo lo que se ha hecho pero yo quiero fuentes de riqueza. Y esas fuentes de riqueza podían ser el Real Carenero, el Parque de la Historia y el Mar o el castillo. Y creo yo que todos sabíamos que el Ayuntamiento no podía financiar por sí solo esas obras. Al fallar las fuentes de financiación se generó ese cierto pesimismo. Pero yo trato de ser optimista en las cosas de La Isla y creo que eso que se sembró se recuperará. Hace muchos años dije que uno de los elementos de la reactivación económica de La Isla, económica y dinámica, era la cultura, lo dije en el año 97 o así. Y lo sigo diciendo. Creo que se han dado pasos importantes. A lo mejor no al ritmo que la sociedad demanda y que es lícito que lo demande, pero quizá no seamos todos conscientes de que La Isla, por sí sola, no puede hacer muchas cosas, determinadas cosas. Creo que La Isla se merece el apoyo de otras instituciones del Estado porque la contribución de La Isla al Estado español ha sido muy grande y en muchos momentos, muy directa. Tiene unas potencialidades pero le falta el factor económico.

—Queriendo sumarme a su optimismo, es verdad que tenemos una serie de monumentos restaurados o casi terminados que se pueden poner en valor el día de mañana. Pero es que estamos en otro Bicentenario y estaremos en un tercero dentro de tres años. Y la gente parece que ya tenía poca ilusión en el Diez, ahora parece que no tiene ninguna, empezando por los políticos.
—Yo quiero pensar, ya lo he dicho antes, que la necesidad hace que las cosas se vean de otra manera. Cuando la carencia de medios es importante cuesta programar determinas cosas y cuesta mucho trabajo al ciudadano comprender que una cabalgata en verano, por poner un ejemplo, es productiva. Esa cabalgata genera actividad económica para bares, para servicios de la ciudad, pero sin embargo hay que invertir. Siempre habrá un ciudadano que con todo el derecho diga que ese dinero de la cabalgata se podría invertir en otra cosa, cuando invertir ese dinero en otra cosa no va a solucionar el paro. ¿Qué se considera fomento del empleo? ¿Tiene que se siempre directo o tiene que crear las condiciones para que se cree empleo? Pues depende. En épocas buenas, la segunda versión es la que vale. En épocas en las que yo estoy parado, lo que quiero es que me den trabajo.

—Antes se decía que los políticos no invertían en cultura porque lo que daba votos era el urbanismo, lo que ve el ciudadano. Hace un tiempo decía Antonio Mota que a los políticos les da miedo en cultura porque les van a decir que se gasten el dinero en otra cosa. ¿No teme que se miedo de los políticos a invertir en cultura impida que se termine las obras y se ponga en valor que está a punto de terminarse?
—A eso no le puedo responder porque no conozco cómo piensan los actuales gestores municipales. En la época en que me tocó estar sin ser político, yo no lo sentí. ¿Pero cuándo se le dio oficialidad a la crisis? A finales del Diez. Hasta entonces se sabía que había crisis pero no iba la cosa tan mal. Quizá si fuera hoy la cosa cambiaba, pero en ese momento nunca tuve esa sensación. ¿Hoy? Pues ellos son los que decir si es así. Pero sí es verdad que la cultura puede y debe ser un pilar importante en el desarrollo de San Fernando. Y en eso también podría hacer algo la iniciativa privada porque todo lo que se invierta en cultura da beneficio.

—Pero el Diez no ha creado esa impronta en la sociedad de que la cultura puede dar beneficio. Decía antes que se intentaba dinamizar la calle Real con las exposiciones, pero la calle Real no se ha revitalizado y los congresos tampoco están llegando.
—Es que yo no puedo ser objetivo. Las dificultades para organizar eso trato de comprenderlas, quizá porque yo las tengo muy cercanas. Hoy es complicado, pero eso no quiere decir que yo no esté convencido de que eso hay que hacerlo. Nosotros no teníamos un gran presupuesto para hacerlo y las decisiones se tomaron casi sobre la marcha y eso se puede continuar. Por ejemplo, el cuadro (la escenificación del Juramento) que aparece como una actividad muy bonita al principio, ha dado lugar a una asociación y están luchando desde el punto de vista de buscarse un hueco de aportación, porque ellos no van a ganar nada. La Guardia Salinera, que nadie pone en duda que ya entonces había realizado un papel muy importante. Y sin embargo ha dado un paso adelante, ya es Guardia Salinera, hace algo más y aspira a algo más. Eso hay que valorarlo y eso lo tenemos, como el mismo Hogar del Pensionista. Pero hay que hacerlo, hay que apoyar la cultura.

—Usted ha sido delegado de Cultura, cocinero antes que fraile, político antes que coordinador, y es de los que pocos a los que no sólo no criticaron, sino que alabaron su trabajo.
—Siempre he dicho y estoy muy agradecido que a mí me trataron bastante bien, me respetaron muchísimo. De alguna forma fue algo parecido al Bicentenario. Yo en el Bicentenario he sentido esas ganas de colaborar de la gente, ese interés. A lo mejor aquello me sirvió en este sentido. Yo en aquellos momentos (en su época como concejal de Cultura) hice un poquito de lo mismo, poner en valor lo que aquí

—A usted le han cogido dos crisis.
—Claro. Totalmente.

—No será gafe…
—No, hombre, no. Cuando yo accedí a este puesto ya se sabía que ocurría algo que no parecía normal, aunque no se le llamaba crisis y se estaban empezando a ver síntomas de que algo no iba bien. Cuando yo en 2008 acepté hacerme cargo de la programación del Bicentenario era consciente de que no iba a tener todo el oro del mundo para hacerlo. Por eso desde muy pronto tuve que cambiar el plan inicial, adaptarlo porque en ese momento era lo que tenía que hacer. Otra cosa que hubiera hecho hubiera sido un engaño. Intentamos celebrarlo al máximo de lo que podíamos y se celebró y creo que muy bien en aceptación y participación de la gente. Luego en las grandes obras, pues no.

—Y luego cada uno pinta la feria como le va en ella.
—Eso es lógico y razonable.

—-¿La medalla que le dan a usted ese 24 de Septiembre es como recompensa a ese trabajo por la ciudad?
—Yo creo que es a un cómputo de cosas porque yo no tenía ni idea de la medalla hasta que un día me lo comunicó el alcalde. Me quedé muy emocionado porque en lo que yo creo que estamos todos de acuerdo es que mi faro, en cuanto a mi trabajo en general, ha sido La Isla. Y que esta Isla, sin ser yo nacido aquí aunque llevo treinta y cinco años y nueve meses, te lo reconozca así, es un honor sin duda. A mí no se me han dicho las razones por las que se me concede, pero supongo que es un poco por todo, por la implicación en trabajar por La Isla. Desde el punto de vista educativo mis dos primeras publicaciones fueron en 1989, y al año siguiente una tercera publicación sobre La Isla. Mi cuarta publicación también fue sobre La Isla, La Isla en EGB, que llevaba a las aulas todo lo que La Isla pudiera aportar a la enseñanza. Ese fue  un aspecto educativo que también habrá podido influir. Supongo, ¿eh? No lo sé.

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