Lo paradójico a la vez que fascinante es que la figura de Jesucristo es la más anticinematográfica de cuantas se han llevado a la gran pantalla. Obviamente porque cuando alguien va a ver una película espera ver algo nuevo, una sorpresa, una historia que no conoce, ni el principio ni el final.
De otros personajes históricos también conocidos se puede hablar de su infancia, fabular sobre ella, desarrollar situaciones que se dan por ciertas y que hay que dramatizar a través del diálogo, la interpretación. En el caso de Jesucristo todo está escrito, todo se conoce, el principio y el final. Y la historia completa. Siempre comienza igual y siempre termina igual. Y así a través de unas 250 películas que se han rodado desde los inicios del cine hasta la actualidad. Y rodado tanto por directores fervientemente creyentes como por algún que otro ateo, unas con Jesucristo como el hilo argumental y otras con una presencia tangencial dentro de otra historia, caso de
Ben Hur o
La Túnica Sagrada, por poner dos ejemplos.
¿Cuál es pues el componente esencial a la hora de tratar la figura de Jesucristo, independientemente de alguna que otra cinta en la que se han cuestionado, que no negado, la historia, los Evangelios, caso de Jesucristo Superstar o La última tentación de Cristo?
“La estética”. Así lo justificaba José Carlos Fernández Moscoso en la conferencia La figura de Jesucristo en la cinematografía mundial y en la iconografía isleña, apartado éste último que tuvo que resumir porque entonces se hubiera hecho de día en el Centro de Congresos Cortes de la Real Isla de León y no se hubiera terminado de explicar todo. Igual que tuvo que realizar una meticulosa selección de cintas para explicar meridianamente la evolución de esa estética desde los primeros intentos de cine hasta las grandes películas actuales.
Y aun así fue la conferencia más larga jamás contada, pero que no se hizo larga en absoluto gracias en buena parte a la calidad histórica del material proyectado y a certera explicación de cada paso que había dado la industria el cine alrededor de uno de los personajes más cinematográficos a pesar de no ser la antítesis de la tesis cinematográfica.
Para empezar, Fernández Moscoso ya adelantó esa calidad del material seleccionado proyectando la imagen del actor que hacía el papel de Cristo en la película Ben Hur dirigida por William Willer en 1956, en la que no se veía la cara de Jesús pero en las películas es obligatoria que el personaje pose con el vestuario. Sí hay otras fotos del mismo actos con el director de la cinta que son más fáciles de encontrar. Y por cierto, no era un actor sino Claude Heater, un cantante de ópera norteamericano.
Alice Guy
Fernández Moscoso entró directamente en materia con dos imágenes de Willer con Claude Heater y de Mel Gibson con James Caviezel en las que los dos ‘cristos’ conversan con el director. Esa era la parte que no ha cambiado, la comunicación de los directores con los actores. Pero a renglón seguido proyectaba otras dos imágenes con un fotograma de la película Nacimiento, vida y muerte de Cristo, de Alice Guy, de 1906 “y la primera persona que logro vivir del cine”, en este caso una mujer y otro fotograma de La Pasión de Cristo, de Gibson.
Ahí, entre una de las más antiguas y la más moderna, se condensaba lo que ha sido casi un siglo de cine. La imagen de Alice Guy, con un cristo sin sangre, nada dramático en contraposición al hiperrealismo de la película del director australiano, un ejercicio de crueldad y de sangre independientemente de que a pesar de la grabación en latín y en arameo y que el Papa Juan Pablo II le diera las bendiciones afirmando que “así tuvo que ser” en referencia a la crueldad de las imágenes de la Pasión, no incluye elementos ya demostrados como el hecho de que los reos no transportaban la cruz completa, sino la cruceta.
“Entre 1895 y 1906, los primeros diez años del cine, podemos contabilizar hasta siete películas de cierto renombre que trataron la figura de Jesucristo”, dijo Fernández y ahí volvió a incidir en la importancia de Alice Guy, quien tuvo que luchar con el machismo de la época –que es peor que el de ahora- pero que fue la primera directora que imprimió un hilo argumental al cine. Para los decorados, que fue una superproducción en términos relativos, con más de 300 extras, se inspiró en unos grabados de James Tissot.
Los hermanos Lumiere, sin embargo, no habían resistido la tentación de tratar la figura de Jesucristo en la que se considera la película más antigua sobre el tema, en 1898, aunque sin el hilo narrativo de Guy. En realidad eran una serie de acontecimiento de la vida de Cristo desde su nacimiento a su muerte en una cinta de once minutos.
Mucho cartón piedra pero ya en 1905, Ferdinand Zecca, realiza para Pathé, la empresa cinematográfica más importante del mundo antes de la primera Guerra Mundial, una película que revisó al año siguiente, que unía al cartón piedra una novedad más, como es el coloreado, de forma que para aquellos tiempos la sensación de color e incluso los efectos especiales, más de tramoya que de cine, eran verdaderos acontecimientos.
“Por aquel tiempo aquella película era un prodigio”, decía Fernández Moscoso, tras ver en la pantalla la ascensión del Señor sobre una nube blanca ante la admiración de los discípulos y las santas mujeres para terminar al fondo de la imagen con Jesucristo junto a Dios y a toda la corte celestial.
Todavía se hicieron otras dos películas relevantes desde 1907 hasta la llegada del cine dialogado –explicaba José Carlos Fernández- a finales de los años 20 del siglo pasado. La primera de ella Intolerance, una de las grandes superproducciones dirigida en 1916 por David W. Griffith que tenía una duración de ocho horas, aunque luego se quedó en casi cuatro. Griffith es también el autor de
El nacimiento de una Nación, que narra la historia de los Estados Unidos de América y que en términos comparativos puede ser como su homologo ruso Serguéi M. Eisensteins, el autor de
El acorazado Potemkin.
El metraje de la película no está dedicado enteramente a Jesucristo, sino a una serie de acontecimientos históricos en los que la intolerancia ha sido fundamental en el devenir de la Historia y obviamente, ahí entra la vida de Jesús. Fue una película además que adelantaba lo que iba a ser las grandes superproducciones con la materialización de los grandes –colosales- escenarios.
El hombre de la Biblia
En 1927 irrumpe en el cine el que sería llamado El hombre de la Biblia, Cecil B. DeMille que realiza la primera versión de la película Rey de reyes, que no es la de unos años después ya con diálogos. Al igual que la anterior se trataba de un película larga, de unas tres horas y de estilo expresionista.
La película, obviamente, se acompañaba de textos de la Biblia y de diálogos escritos, pero ya había otro elemento que se unía a los efectos especiales de las anteriores películas y al coloreado. Era la música, hasta el punto de que José Carlos Fernández no dudaba el afirmar que si hubieran existido los Oscar en aquellos tiempos hubiera conseguido el de mejor banda sonora. La acción y la música totalmente sincronizadas hasta el punto de que los golpes en la lucha se destacaban con percusión, en este caso de platillos, para volver a una melodía más tranquila en función de lo que estaba ocurriendo.
Y Hollywood
Ahí es donde Fernández Moscoso da un salto en el tiempo y se traslada a 1959, en pleno Hollywood y en donde ya no se trata sólo de hacer cine, sino de vender cine, un concepto de industria mezclado con el arte. Ahí se dan dos aspectos importante, independientemente de la historia contada. La presentación al público, la venta y algo menos material pero imprescindible en lo que ha sido el cine desde entonces, la música, las bandas sonoras.
La Segunda Guerra Mundial, el éxodo de muchos músicos huyendo de regímenes dictatoriales, terminó en muchos casos en Estados Unidos y ello contribuyó a una de las etapas más gloriosas de la música de cine a través de auténticos maestros, principalmente centroeuropeos.
La importancia de la música, de las grandes orquestaciones y sobre todo de la sincronización con la narración conceptuando cada momento, la centra José Carlos Fernández en la banda sonora de Ben Hur, la mítica película de William Wyller a la que pone música el húngaro Miklós Rózsa.
Ahí enlaza la conferencia con la primera de las imágenes mostradas, la del tenor interpretando a Jesucristo en esa escena que Wyller comienza en un interior sobre un primer plano de una manos serrando madera mientras por la ventana van pasado la cuerda de presos que llevan a galeras y entre los que se encuentra el protagonista, Judá Ben Hur.
El ejemplo palpable de cómo la música va siguiendo la narración y cómo utilizando determinados conceptos e instrumentos. “El papel de la música es básico en esta secuencia y si la vieran sin música no sentirían lo mismo que con ella”. Fernández destaca cómo a la figura de Jesucristo de la asocia con la música de órgano, “y lo hace durante toda la película. El músico está jugando con el espectador e introduciendo su elemento sacro para una figura sacra”. Mientras tanto la música está siguiendo la acción, pero nunca volverá el órgano si no está la figura de Jesucristo en escena.
De ese clasicismo se pasó, en los años setenta, a otra forma de interpretar el cine y en esa interpretación distinta entraba también la música. El principal exponente del cine musical es Jesucristo Superstar, con letra de Tim Rice y música de Andrew Lloyd Webber y sobre la que José Carlos Fernández sobrepone lo “interesante” de algunas partes del texto a la música. “Es posiblemente la película por la que más ha pasado el tiempo”, dijo Fernández, calificándola como una película “tremendamente aburrida”.
En España
¿Pero mientras tanto qué ocurría en España? Una de las películas más sonadas en las que la aparece la imagen tangencial de Jesucristo es Marcelino Pan y Vino, de la que José Carlos Fernández proyectó algunas secuencias subtituladas en inglés para que el público tuviera constancia de la importancia que tuvo la cinta dirigida por Ladislao Vajda con la interpretación principal de Pablito Calvo.
En 1965, George Stevens rueda
La historia más grande jamás contada. Era un intento más por conseguir la película definitiva sobre Jesucristo, era que a juicio de José Carlos Fernández todavía no se ha conseguido. Sin embargo sí destaca movimientos de cámara que muchos pueden creer que son de las nuevas y tecnológicas películas actuales pero que ya se hacían hace más de 50 años.
Pero hay otra película mucho más interesante dirigida por un ateo, homosexual y marxista convencido, Pier Paolo Passolini.
El Evangelio según San Mateo elige la parte más social de Jesucristo el director italiano “incluye el documentalismo en numerosas secuencias”.
La cámara al hombro y una conseguida lejanía del público sobre los acontecimientos claves provocan una cierta incertidumbre en los espectadores que se veían obligados a rebuscar resquicios entre las cabezas de los espectadores que están en la película. “Pero nos mantiene lejos de la escena principal”.
Y un afiliado a Podemos
Como curiosidad de esta película, José Carlos Fernández dio a conocer la identidad actual del personaje de Jesucristo en la cinta de Passolini, que no es otro que Enrique Irazoqui, un destacado afiliado a Podemos. Como la mayor parte de los intérpretes de El Evangelio según San Mateo, eran aficionados.
Jesús de Nazaret, de Franco Zefirelli, fue otra de las grandes producciones que se quedó en un intento y un intento excesivamente superficial, “incluso en la banda sonora” que imitaba más a la de los años 50 que a la de los 70 “cuando la música que sonaba era la de Pink Floyd o la de Jesucristo Superstar, por ejemplo”.
Sin embargo, la película estrenada en 1977 sí recogía ya la forma que se ha demostrado que se portaba la cruz e introducía una variante sobre la base de las cruces sobre un entramado de maderas donde se colgaban los travesaños.
Yo te saludo María fue una de las películas más controvertidas de Jean-Luc Godard, que provocó serios altercados en Francia en 1985, y controvertida fue también La última tentación de Cristo, que aunque con final feliz, especula con la posibilidad de un Cristo que hubiera decidido no morir. Un producto típico de Martin Scorsese.
Finalmente, además de otras películas en las que se mezcla la historia de Jesucristo con paisajes actuales, José Carlos Fernández se centró en
La Pasión de Mel Gibson, el hiperrealismo llevado al cine pero sin aportar nada y terminó, para dejar un sabor de boca, con
La vida de Brian, la película que no tiene nada que ver con Jesús y que narra la vida de un hombre que nació a la vez que Jesucristo.
Monty Phython en estado puro.
La lucha del cine contra el invento de la televisión
De los aspectos artísticos se pasaba a los aspectos técnicos, principalmente por la aparición de la televisión que muchos auguraban que sería el final del cine. La televisión grababa en un formado 4:3 a lo que la industria del cine respondió con el cinemascope, que sería lo que ahora se conoce como cine panorámico –pero más panorámico- y muy parecido al 16:9 que se usa en la actualidad.
El problema se presentaba cuando en las pantallas de televisión de proyectaba una película y no todos querían ver las rayas negras que producía el cinemascope en una pantalla casi cuadrada, por lo que era normal –y algunos televisores ni siquiera dejaban opción- que se viene a pantalla completa. ¿Cómo? Obviamente deformando la imagen y alargándola.
El cinerama fue una ampliación del cinemascope, uniendo tres pantallas sincronizadas pero no que evitaban que se vieran los límites de cada una. Eso sí era “más espectacular”.
Presentadora
El conferenciante fue presentado por la secretaria de la Real Academia de San Romualdo, Adelaida Bordés Benítez, otra cinéfila que glosó la figura del conferenciante, todo un referente en San Fernando por ser pionero en la crítica cinematográfica a través de Radio La Isla. Bordés terminó la presentación dando paso a la ‘película’ en que se iba a convertir la conferencia. Con claqueta incluida.