Han pasado cuarenta años desde que empezó a ejercer y tres cuartas partes en San Fernando. Nunca se sabe si a una persona enamorada de su profesión se le puede dar la enhorabuena por la jubilación, pero sí al menos por haber llegado a ella.
Han sido cuarenta años que han visto pasar a centenares de niños, muchos de ellos ya mayores, padres de familia que lo recuerdan y que él recuerda. Los dos saben que la historia de uno no se escribe sin la del otro y eso une sin querer o queriendo.
“Cuando han publicado en el periódico que me jubilo he tenido mensajes de alumnos que estuvieron conmigo hace 28 ó 30 años. Y es eso es un orgullo, que se acuerden de ti”, dice dejando traslucir ese orgullo de viejo maestro.
Ha cambiado la enseñanza en España desde que empezó hasta ahora. No sólo porque los políticos prácticamente han ido cambiando de leyes educativas cada cuatro u ocho años.
Ha cambiado la forma de enseñar y la forma de aprender y los maestros se han tenido que ir adaptando. La informática, la comunicación, el caudal de información que llega a alumnos y profesores, muchas veces difícil de gestionar.
Mira incluso las posibilidades que se otean en el horizonte, las de las máquinas dirigiendo la educación de los niños y jóvenes, pero se muestra firme en que siempre hará falta el profesor, la parte humana, el calor de las personas.
Pero los mayores cambios en los niños y en los maestros, porque se retroalimentan, son los cambios sociales, los que ha habido en sus casas, en sus padres, en su entorno, en la sociedad en general. Cambios no siempre buenos pero con excepciones basadas más en la gestión de esos cambios que en los cambios en sí. “Los niños cuando son pequeños aprenden imitando posturas”.
Obviamente, ha cambiado el trato con el maestro, el trato con los padres de los niños... “El profesor ha cambiado su sistema. Antes nos dedicábamos a enseñar y a educar; hoy a enseñamos, educamos y nos han metido una tercera opción, que es conciliar entre el alumno y su familia”.
Pero son cosas de la profesión que han ido entrando poco a poco y se han ido asimilando poco a poco. Incluso la falta de autoridad que ahora tienen los maestros, causa de tantos episodios tristes.
A Pedro Montiel Mora, además, lo ha dominado una segunda pasión, el balonmano, un deporte minoritario que tiene como peor enemigo precisamente el ser minoritario. Eso lo ha obligado y lo obliga a ser de todo, desde presidente reelegido -después de la entrevista- a utillero y lo que salga, como todos en la junta directiva.
Pero defiende esa afición y los efectos positivos que tiene en los jóvenes jugadores la pertenencia a un equipo, eso que hace amigos y que da rienda suelta a la competitividad propia de la edad.
Ahora, con la jubilación, tendrá más tiempo para el balonmano. Y para por el Juan Díaz de Solís de vez en cuando, que deja claro que eso de irse de golpe... Que no.