A las cuatro y como mandan las
procesiones catedralicias en nuestra ciudad, los carráncanos anunciaban al mundo que
en Sevilla se vive la Piedad Popular de una manera especial. ‘Por mi Reinan los Reyes’ era el lema que
abría la procesión de la mano de la
Virgen de los Reyes, la patrona de la Archidiócesis que al llegar al Arenal se disponía ante la
Plaza de la Maestranza.
Tras esto, la
capital y los pueblos se daban la mano con un fin común:
el amor a Cristo y su Santísima Madre. Cada una con sus ritos. Cada una con sus formas. Desde la túnica persa del Gran Poder que anuncia su Epifanía en este tiempo de Adviento hasta los Vivas a María Santísima por parte de los loreños.
La Procesión de Clausura
no cumplió con los horarios estipulados, saliendo la Macarena con 27 minutos de retraso y siendo, a ratos -sobre todo cuando llegó la Virgen de los Reyes al Palco Presidencial-
lenta, algo que
se alivió cuando la comitiva al completo estuvo en las calles.
Haciendo historia
Lora, Dos Hermanas y Utrera han
grabado a fuego con letras doradas su
paso por la ciudad de Sevilla. Especialmente destacadas fueron las formas de hermandades como la de
Setefilla que al momento de
salir de Carrera Oficial se sintió arropada por su pueblo entre vivas. Unas formas poco habituales que trajeron a Sevilla ese
punto diverso que nos encontramos en la provincia que
hace de la Piedad Popular, un bien inmaterial.
Consolación de Utrera ofreció una
estampa única trayendo a todo su pueblo consigo. Prendidos en sus ofrendas o en forma de músicos representados en todas sus bandas.
No faltó nadie navegando en el barco de la Virgen de Consolación.
Por último,
Dos Hermanas culminaba un año extraordinario con la
segunda vez en menos de un año que su Virgen de Valme viene a la Capital. Una procesión que estuvo marcada por un cariz
más alegre que la última.
Un te quiero a sus devociones
Las dos Esperanzas reinaron y brillaron. Fueron el mejor de los
epílogos para una procesión para la historia. Ellas fueron las encargadas de c
errar una procesión que quedará en la retina de los sevillanos y cofrades. A altas horas entrarán ambas, firmando un
final de fiesta muy parecido al que se vive cada mañana de
Viernes Santo.
El
contrapunto a la alegría desbordada lo puso
el Gran Poder y el Cachorro. La
solemnidad y el recogimiento aportaron a ambas imágenes un
elemento diferenciado que hicieron de la procesión de clausura el mejor ejemplo de la
heterogeneidad que se vive en Sevilla con sus cofradías.
La Virgen de los Reyes, sí que estuvo
un poco deslucida en su regreso a la que le faltó un poco de público.
Sillas y palcos con luces y sombras
Si algo ha traído esta Procesión de Clausura ha sido la posibilidad de
experimentar con nuevos modelos cofrades en la Archidiócesis. Uno de ellos ha sido el de las
sillas, alejadas de la zona centro y con una
zona acotada para personas de pie. El
paseo Colón ha sido un experimento que, quién sabe, podría ser la semilla para la Semana Santa del futuro,
no deslució en absoluto. Fue un
escaparate digno para las cofradías a pesar de las
voces discordantes.
Si bien es cierto que
a nivel organizativo dejó mucho que desear. A pesar de la pronta asistencia de los usuarios de las sillas, la cantidad de
público agolpada en los alrededores hizo que el
acceso fuera cada vez
más complicado hasta el punto de que
no se pidieron los DNIs a los usuarios para acceder a ellas con el fin de acelerar este acceso.