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Sevilla

El Corpus vuelve a hacer relucir Sevilla

Jueves festivo en la ciudad de Sevilla para rememorar, un nuevo año, la festividad religiosa que marcó el compás de la historia del reino de San Fernando

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Volvió a relucir el sol en el día de las preces. Jueves festivo en la ciudad de Sevilla para rememorar, un nuevo año, la festividad religiosa que marcó el compás de la historia del reino de San Fernando. El Corpus es hoy la secuela de décadas y siglos en los que el hombre de a pie adora al Santísimo Sacramento del Altar.

Y Sevilla se perfumó entre el romero de sus calles y el incienso de los arquitectónicos altares. Pasos, cálices, bandas, militares y un sinfín de autoridades que conformaron, una vez más, el marco perfecto en la alabanza de Sevilla al Santísimo.

Repicaron las campanas de la Giralda en las primeras horas del alba, a las 07.30 horas, pues la Catedral abría sus puertas para el acceso de todos los sevillanos que irían a participar de la misa estacional en el Altar de Jubileo, presidida esta por el arzobispo Juan José Asenjo. Antes del inicio de la celebración eucarística (08.15 horas), la Corporación Municipal inicó su tradicional recorrido bajo mazas hacia la Seo hispalense y amenizada por los sones de la Banda Municipal.


A esa misma hora y tras el rezo de Laudes del Cabildo Catedral ante la Virgen de los Reyes a las 08.00 horas, los niños carráncanos y el portentoso guión Sacramental del Sagrario, una pieza magistral del siglo XVIII, abrían el extenso cortejo desde la Puerta de San Miguel para comenzar a recorrer un itinerario que les llevaría a tomar la Avenida de la Constitución, la Plaza de San Francisco, Sierpes, Cerrajería, Cuna, Plaza del Salvador, Francos, Argote de Molina, Alemanes y Plaza Virgen de los Reyes para regresar por la Puerta de Palos.

Como nota predominante, un extenso cortejo "cofrade" que parece ir en aumento año a año y que para muchos eterniza el discurrir de una procesión con nueve pasos, que se dice pronto. Así y con todo, como ya acostumbra desde hace varios años, la imagen de Santa Ángela de la Cruz abría el cortejo del Corpus. Una talla del sevillano José Antonio Navarro Artega y exornada por la hermandad de la Amargura, debido a su arraigo con las Hermanitas de los Pobres. Entre hermandades de Glorias y de Penitencia, llegaban las santas trianeras Justa y Rufina, que este año eran portadas por los costaleros de la hermandad de la Estrella. También el Apostolado de la Oración, Luz y Vela, Adoración Nocturna y Sacramentales custodiaban al segundo de los "pasitos".

Seguidamente, los dos santos padres de la Iglesia, sevillanizados en su labor incesante como arzobispos de la ciudad. San Isidoro y San Leandro eran el preámbulo de la presencia del Santo Rey Fernando, conquistador del Reino. Los sones de la Banda Municipal de Sevilla acompañó el discurrir de San Fernando con un paso exornado por la hermandad de la Redención. Pasado el ecuador y tras más de una hora de cofrades con velas y decenas de estandartes, era el turno para el paso de la Inmaculada de Alonso Martínez, una talla riquísima en su valía artística y que fue portada por los hermanos del Silencio, cofradía defensora del dogma concepcionista. Tras la talla mariana, el Niño Jesús "montañesino" de la Sacramental del Sagrario. Y en los últimos compases del cortejo, el paso de la Santa Espina de Jesucristo, también conocido popularmente como la "Custodio Chica".
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> Por entonces, tras la consagración y posterior comunión bajo los muros catedralicios, los niños Seises bailaban momentos previos al inicio de la procesión del último de los pasos, la esencia y razón de tal festividad litúrgica. La magistral obra de Juan de Arfe y Villafañe, la Custodia donde procesiona el Santísimo Sacramento. Eran las 10.54 horas cuando el Santísimo Sacramento del Altar se disponía a presentarse ante la ciudad. El clero antecedía al gran monumento de más de 300 kilos de plata en el que se mostraba el Señor Sacramentado en el viril de oro. Y Sevilla lo esperaba. Con rezos, timoratos vivas y petaladas la ciudad se arrodillaba ante el único paso sevillano que no lo portan costaleros.

Discurrió por la avenida de la Constitución y tras atravesar ya en la Plaza de San Francisco las portadas dedicadas en esta ocasión a la Parroquia de Señora Santa Ana con motivo de su 750 aniversario fundacional se destuvo ante la Virgen de la Hiniesta Gloriosa, donde tendría lugar el primero de los dos motetes (composición polifónica de cantos, de texto comúnmente bíblico) que se representan en este particular recorrido. Así avanzó, deteniéndose delante de cada altar dispuesto para exaltar aún más dicha fiesta religiosa. Y sobre las 12.30 horas en la Plaza Virgen de los Reyes la Custodia se detenía para recibir los honores del escuadrón del Ejército bajo una cerrada ovación del respetable que presenciaba tal acontecimiento.

Una vez dentro de la Catedral y con el repique incesante de las campanas de la Giralda el solemne culto finalizaría con la exposición del Santísimo y la bendición final del arzobispo tras una mañana en la que Sevilla volvió propagar su historia a través de las fiesta más antigua que en lo religioso se recuerde, la del Corpus Christi.

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