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Contramano: Sevilla vs Estocolmo

La capital sueca ha renunciado a un cubo de cristal con coste equivalente al de las Setas. Y a un proyecto de Apple privatizador de jardines públicos

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  • Las Setas. -

Año nuevo, vida vieja. Espadas estrenó 2019 con una entrevista radiofónica en la que siguió respirando por la herida de que toda la oposición (PP, Cs, Participa e IU) le tumbara en  diciembre el proyecto estrella con el que pensaba presentarse a las municipales: la ampliación del tranvía.

El alcalde reprochó especialmente al líder del PP y candidato a la Alcaldía, Beltrán Pérez, que haya “renegado” del tranvía y le imploró que reflexione y escuche “las voces ciudadanas y vecinales que apuestan por este proyecto”.
¿Qué voces? A Espadas le tumbaron el tranvía el mes pasado y en el tiempo transcurrido no se ha oído ningún clamor popular ni  organizado ninguna manifestación de protesta, por más que él esté incitando a que alguien lidere una nonata rebelión por negarse a aceptar el veredicto del pueblo soberano, expresado a través de los representantes que eligió en las urnas.

Lo  cierto es que los cuatro grupos municipales que se niegan a que el Ayuntamiento se gaste 49 millones de euros (8.153 millones de pesetas) en una redundante ampliación del tranvía representan a 184.229 sevillanos, frente a los 103.238 que apoyaron a Espadas y al PSOE. Conclusión: el alcalde está en minoría y no puede imponer su voluntad.


Para que vea Espadas que en todos sitios cuecen habas, también ha habido un vuelco espectacular en una gran ciudad sita a 3.000 kilómetros de Sevilla y en cuestiones que tienen paralelismo con otras suscitadas en la nuestra desde los tiempos en que gobernaba Monteserín: Estocolmo.

La capital verde

Al oír o leer el nombre de la bellísima ciudad nórdica, la Venecia del Norte, ¿qué imagen nos viene a la mente? ¿Moderna o tradicional? Además de ser capital de Suecia, país de referencia para la socialdemocracia y paradigma del Estado del Bienestar (allí, por ejemplo, el permiso de paternidad es de  ¡ 480 días !), fue designada en 2010 como la primera capital verde de Europa, el mismo título al que ha aspirado Sevilla sin conseguirlo. Y es que, entre otros muchísimos méritos para ello, Estocolmo cuenta con el primer parque nacional urbano del mundo (como si estuviera en medio de Doñana), compuesto por tres parques reales y cuatro islas de un archipiélago de 24.000.

A pesar de que el 95% de los holmienses vive a sólo 300 metros de una zona verde, en la ciudad se siguen creando nuevos parques, jardines y paseos dentro del periodo 2017-2020.

Hace cuatro años ya consiguió cumplir todos los requisitos de la Unión Europea sobre calidad del agua. Las emisiones de gases de efecto invernadero por persona se han reducido en un 25% desde 1990. Antes de 2040 se dejará de consumir allí combustibles fósiles, y el transporte público hace tiempo que sólo funciona con energías renovables. Sólo en potenciar la bicicleta se han invertido más de 100 millones de euros.

Se está construyendo un túnel para canalizar los vertidos hacia una nueva depuradora entre las más modernas del mundo, con el fin de reducir a la mitad el nitrógeno y fósforo que acaban en el Báltico y minimizar los microplásticos. Sólo en 2017 se edificaron en Estocolmo  7.154 viviendas calificadas como ecológicamente sostenibles y en su Plan de la Vivienda hasta 2030 se prevé erigir 140.000.

El Nobel Center

Estocolmo y Suecia son conocidos en todo el mundo por los premios Nobel, que concede la Academia Sueca y cuya dotación económica decide la Fundación Nobel, administradora de la  herencia de Alfred Nobel y cuyos fondos ascendían en 2010 a 465 millones de dólares.

Con el pretexto de concentrar en un solo y moderno edificio todas las actividades vinculadas a los premios y con la anuencia del Ayuntamiento, la Fundación Nobel hizo en junio de 2013 lo mismo que años antes Monteseirín aquí para la Encarnación: convocar un concurso internacional de arquitectura. Si el de Sevilla lo ganó con el proyecto del Metropol Parasol (vulgo Setas) el arquitecto alemán Jürgen Mayer, el de Estocolmo se lo adjudicó en abril de 2014 otro arquitecto germano, David Chipperfield.

La Fundación y el Ayuntamiento pensaban derruir unas antiguas instalaciones portuarias en la península de Blasieholmen, que datan de 1876, para alzar en su lugar el diseño de Chipperfield: un edificio acristalado de 18.000 m2 compuesto por el equivalente a dos enormes cajas apiladas con persianas de bronce frente al señorial paseo marítimo de Strandvägen y la bahía de Nybroviken. El coste estimado, 132 millones de dólares, en línea con la factura final (¿?) de las Setas de la Encarnación.

Rebelión

Conservacionistas, ecologistas y colectivos ciudadanos se movilizaron contra el cubo de cristal que la Fundación Nobel, el Ayuntamiento y algunas de las empresas más potentes de Estocolmo querían empotrar como fuera en los antiguos muelles de Nybrokajen. El Consistorio abrió una consulta y de las 830 respuestas recibidas, 800 fueron contrarias a sus planes.

Ante la polémica suscitada, se pidió al arquitecto alemán que rebajara la altura y el volumen del proyecto, en un proceso parecido de alguna manera a lo hecho por Vázquez Consuegra en las Atarazanas, cosa que aquél hizo en 2016. No fue suficiente. Hasta el comedido rey de Suecia, Carlos XVI Gustavo, declaró al periódico Dagens Nyheter que el edificio de cristal en aquel entorno le parecía gigantesco y “demasiado dominante”.

El equivalente a los Adepa de Estocolmo denunciaron el proyecto del Nobel Center ante los tribunales y, para sorpresa de los poderes fácticos suecos que lo respaldaban, la Justicia falló en contra de la Fundación y del Ayuntamiento, con el argumento de que el edificio “afectaría la legibilidad del desarrollo histórico de Estocolmo como una ciudad portuaria, marítima y comercial y causaría importantes daños a la preservación del antiguo sitio del puerto”.

El gobierno local no aceptó la sentencia y decidió presentar un recurso. En esas se estaba cuando el pasado mes de septiembre hubo elecciones en Suecia. Ningún partido obtuvo mayoría absoluta en el Ayuntamiento por lo que hasta bien entrado octubre no se pudo formar un nuevo gobierno municipal, el cual decidió en diciembre retirar el recurso ante los tribunales con el fin de preservar el perfil histórico de Blasieholmen y por tanto desechar allí la construcción del voluminoso edificio de cristal de Chipperfield para la Fundación Nobel con su presupuesto de 130 millones de dólares.

Y Apple, también

No quedó aquí la cosa. La multinacional Apple se había hecho con los derechos para sustituir al fondo del precioso paseo ajardinado de Kungsträdgarden el espacio actualmente ocupado por una hamburguesería de la cadena también americana TGJ Fridays (salvando las distancias, un local parecido a los existentes en el Paseo de Europa de Los Bermejales) por un diseño futurista de otro arquitecto-estrella, el británico Norman Foster. Este fue uno de los cuatro que hace años se trajo Monteseirín para que desarrrollara los suelos de la Cruzcampo y junto a los que se hizo la foto en el balcón del Ayuntamiento.

Otrosí, la compañía de la manzana pretendía anexionarse 375 m2 más del espacio público del parque, en un plan similar a lo ocurrido en Sevilla con la biblioteca universitaria que diseñó otra arquitecta estelar, la anglo iraquí Zaha Hadid, en los jardines del Prado de San Sebastián.

El proyecto de Apple, que había presentado otro parecido en Melbourne, era el exponente de la nueva estrategia de la compañía de pasar de ubicarse en el centro de las urbes  a ocupar un lateral de una gran plaza o paseo y denominarlo “plaza de la ciudad”, aunque “de facto” lo convierte en su plaza particular.

Para Arkitektur, la principal revista de arquitectura de Suecia, el proyecto de Apple “toma toda su energía y toda su aura del espacio público y no agrega nada; es como un parásito”.

Movilización

De nuevo los Amigos de la Tierra y conservacionistas de Estocolmo se movilizaron contra este otro proyecto de Apple y Norman Foster, con carteles de protesta pegados hasta en los troncos de los árboles.

El nuevo gobierno local ha saludado que Apple quiera establecerse en Estocolmo, pero no en el paseo ajardinado de Kungsträdgarden, “el lugar equivocado”, y por consiguiente ha anunciado que bloquea su proyecto. La decisión se ha celebrado con actuaciones de cantautores y recitales poéticos en el emblemático parque holmiense.

Y como no hay dos sin tres, el Consistorio también anunció el mes pasado la retirada de la candidatura de la ciudad a organizar los Juegos Olímpicos de 2026, mientras que Sevilla se empecinó en mantener la suya sin éxito durante tres periodos consecutivos.

Estocolmo, pues, ha apostado por preservar sus antiguos muelles y su paseo más emblemático (como si fuera su Alameda de Hércules) y quedarse sin Olimpiadas y sin los diseños de arquitectos-estrella, decisiones que aquí los adalides de la torre Pelli, las Setas de la Encarnación y la biblioteca en los jardines del Prado calificarían de sacrílegas y de rancias, pero ¿es acaso por ello la capital sueca menos moderna que Sevilla?

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