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Torremolinos

Torremolinos lo tiene todo (II)

Torremolinos no es sólo turismo, fiesta, deportes, playa y sol. Es también arte, cultura, crisol de civilizaciones. En estas crónicas, Jesús Antonio San Martín, desarrolla lo más representativo del ayer y el hoy de Torremolinos.

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Además de ser pueblo -pueblo típico andaluz, con sus propias y arraigadas tradiciones, que son muchas, variadas y selectas-, y además de ser el lugar idóneo en el que disfrutar de unas inolvidables y saludables vacaciones tostándose al sol en cualquiera de sus nítidas y espaciosas playas, las más extensas del Sur peninsular, Torremolinos se ha convertido en una venturosa ciudad, en constante expansión y autosuficiente en todos los sentidos, tanto en el comercial como en el industrial y el profesional. Con un esmerado servicio público de limpieza y riego, patente en sus calles y plazas, son cada vez más numerosas las zonas verdes y ajardinadas del municipio, sin contar con los edenes-estrella del Jardín Botánico y los pinares. Y las aguas puras de los manantiales de Torremolinos han sido, desde siempre, indispensables para la salud, por su equilibrada composición química.
¿Torremolinos es una ciudad respetuosa con el medio ambiente, donde juegan su papel fundamental el agua y las plantas. En Torremolinos se conjugan ambos elementos de manera admirable. Aquí y allá emergen pequeños oasis verdes, en medio del asfalto o en los encantadores rincones de ágoras y rúas. Día a día va convirtiéndose la ciudad en un auténtico paraíso. Arboles de las más variadas especies -palmeras, cocoteros, ficus, cipreses, pinos, jacarandas, naranjos y un largo etcétera- embellecen el paisaje y oxigenan el entorno. Las mismas playas se refrescan con estos abanicos naturales que los bañistas agradecen. Por la céntrica avenida Palma de Mallorca desfila un arbóreo cortejo uniformado. La ciudad -pulcra, soleada, refulgente y coloreada de verdes y floríferos esplendores-, semeja verdaderamente una monumental esmeralda.
Al pie de la sierra llana, donde el cerro Cañuelo abre sus esclusas y la pureza mana fresca de sus piedras, bulle de vida el que muy acertadamente podríamos denominar "Jardín de las Hespérides", delicioso "jardín de los encantos", único en su género: el Jardín Botánico Molino de Inca. Reminiscencia de un ayer harinero que contribuyera a dar nombre al pueblo, el Molino de Inca se alza, resucitadas sus añoranzas, en medio del inmenso jardín, cual fructífero árbol del antiguo Edén, aunque no prohibitivo, luciendo nuevamente sus viejas galas. Una heterogénea y exuberante flora tupe el privilegiado suelo, también alfombrado de verdosa exquisitez. Arroyuelos de cristal y graciosos puentecillos de madera le dan al enclave cierto aire de belén navideño. Aves exóticas alegran el ambiente. Las glorias y excelencias del Jardín Botánico de Torremolinos son ciertamente inefables. No es un lugar para la mente, sino para el corazón. No es lugar para una visita de museo, sino para vivirlo y respirarlo profunda y permanentemente. A los árabes se les pasó edificar aquí una Alhambra. Precisamos mucho más que una minuciosa gira por tan fascinante recinto natural para empaparnos de sus primores y aún así únicamente llegaríamos a comprender una ínfima porción de su real atractivo. Aquí la razón es caracola que no puede contener el mar.
Tres bellísimos y frondosos pinares, genuinos pulmones de la ciudad y encantadores bosquecillos que parecen sacados de los cuentos de hadas, realzan el perfil urbanístico. Sublime solaz del transeúnte, los más célebres genios de la pintura, de haber conocido la existencia de tan paradisiaco lugar, hubieran dado un ojo y una mano por inmortalizarlos en sus cuadros. La más popular de estas masas arbóreas es la de Los Manantiales, bajo cuyos pinos se dan cita todos los años, a finales de septiembre, decenas de miles de romeros, que comparten hermanados sus viandas, con ocasión de la magna Romería de San Miguel, considerada de Interés Turístico Nacional y estimada como la tercera más populosa de Andalucía, tras la de El Rocío y la de la Virgen de la Cabeza.
El creciente y esmerado interés de Torremolinos por la ecología se materializa en su bien surtido vivero municipal, fidedigna despensa de la naturaleza que alberga todos los géneros botánicos ornamentales que, al cuidado de expertos jardineros, se destinan posteriormente al embellecimiento y mantenimiento de los diferentes espacios ajardinados y otros puntos urbanos estratégicos. Asimismo se pone particular énfasis en que los ciudadanos decoren sus hogares, balcones, patios y terrazas con plantas naturales.
El agua, padre-madre de Torremolinos junto con la Torre de Pimentel y los desaparecidos molinos, continúa siendo la sangre del pueblo y hoy de la ciudad. Aún manan las viejas fuentes de El Calvario y la de la actual Plaza Costa del Sol, desde que en la noche de un siglo ya lejano se encañara desde los cercanos y prolíficos manantiales. Estas fuentes casi sagradas son genuinos dispensarios de salud, ya que las aguas de Torremolinos, cristalinas y puras, contienen en su adecuada proporción los elementos de calcio y magnesio, los cuales no pueden ser absorbidos correctamente por el organismo si se ingieren sueltos o mezclados desproporcionadamente. La ciencia médica ha corroborado que la carencia de magnesio con relación al calcio es causa de toda suerte de dolencias y tristezas.
Y es que Torremolinos lo tiene todo, incluso la salud.

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