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Rafael Sánchez Ponce o la historia del prestigioso joyero que encontró su joya en Vejer

Sánchez Ponce conoce el oficio desde las entrañas de los talleres clandestinos de Córdoba. Ahora desarrolla su arte en Vejer, donde tiene su "burbuja creativa"

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Rafael Sánchez Ponce.

Rafael Sánchez Ponce.

Rafael Sánchez Ponce.

Rafael Sánchez Ponce.

Rafael Sánchez Ponce.

Rafael Sánchez Ponce.

Rafael Sánchez Ponce.

  • Sus obras tienen el reconocimiento de clientes como BMW, Alejandro Sanz, Ángel León y el Vaticano
  • Fue el destino el que trajo a la localidad a Rafael Sánchez y fue el magnetismo de las estrechas calles de Vejer el que le hizo quedarse
  • El joyero artesanal Rafael Sánchez Ponce lleva varios años establecido en Vejer, donde cuenta con una tienda y un taller

Aunque este arte se remonta a la época romana, fue en tiempos de Al-Ándalus, cuando los joyeros cordobeses introdujeron la filigrana con la que deslumbraban y enamoraban a quienes acudían a la capital del emirato independiente y posterior califato omeya, aumentando aún más su fama a partir del siglo XVI con la llegada a la península de la plata sudamericana, lo que les otorgaría la denominación de plateros que se mantiene aún a día de hoy.

Cuando paseaba para descubrir el pueblo, había momentos en los que si me decían que estaba en Córdoba me lo creía. Tienen muchas similitudes. El peso de la historia. Un pasado lleno de culturas

Joyería y Córdoba van de la mano, siendo esta provincia andaluza una de las grandes potencias europeas en producción. Solo un dato, alrededor del 60 por ciento de las joyas que se crean en España, salen de Córdoba. Un porcentaje que crece si hablamos de manos cordobesas, pues son muchos los plateros de esta tierra que mantienen el oficio aún lejos de ella. Porque Córdoba es “la cuna de la joyería. Es como Brasil con el fútbol, es decir, produce tantos futbolistas que juegan por todo el mundo”, nos explica Rafael Sánchez Ponce… joyero cordobés, nacido en París, cuyo arte vive ahora en Vejer de la Frontera. Un joyero que eligió vivir, para seguir creando, en la joya que es Vejer. Una joya patrimonial, cultural, gastronómica, histórica y turística.  El joyero encontró su joya.

Rafael Sánchez Ponce.

De joyero a joya. Rafael Sánchez Ponce nació en París hace 50 años, pero “mi vida, de todas formas, la he hecho en Córdoba, donde compaginé mis estudios no con el aprendizaje, sino con el trabajo en cadena de la joyería, que es muy diferente. Me ganaba unas pelillas en talleres clandestinos, muy habituales en esa época. Estaban ‘escondidos’ en casas y patios de vecinos y casi nadie de los que allí trabajaban estaban dados de alta”.

Unos talleres que “cogían trabajo a las grandes empresas del sector y lo hacían en sus pequeños locales en los que tiraban de chavales jóvenes, de aprendices como yo”.

Se trabajaba “en cadena, como cuando haces el parachoques de un Citroën, no había sensibilidad, no había diseño, no se podía exponer nada de tu creatividad. Era hacer piezas y más piezas, pero ahí empecé a conocer el oficio desde cero, desde lo más bajo… con un sacador de fuego en el que te quedabas sin huellas dactilares del meneo de piezas y más piezas”.

Pero “lo bueno es que conozco el oficio desde la base, conozco sus entrañas, que como en cualquier oficio, profesión o arte, es muy importante. El algo que viene bien cuando comienzas a desarrollar tu sensibilidad y tu creatividad, así sabes de diseño y también sentarte en un banco a fabricar la pieza desde el molde de cera hasta el producto final”.

Sus primeras platerías

Esos fueron sus inicios. Ya curtido y con la creatividad a flor de piel, Rafael Sánchez Ponce fue montando tiendas de platería por todo el casco histórico de Córdoba, rodeado de historia, como el barrio judío o en la puerta de Almodóvar, “puntos estratégicos turísticamente hablando pero también zonas castizas y propensas a la joyería”. Tiendas en las que vendía algunos productos propios pero también de otros fabricantes.

Más tarde llegó la marca Ovio, que llegó de la mano “de una colección basada en la primera moneda del califato de Al Ándalus del siglo XI”. Moneda que “compramos en una tienda numismática y que estaba muy bien conservada. A partir de ella, desarrollamos una colección brutal diseñada por mi hermano y por mí”.

La marca Ovio sigue su andadura “tras muchos años en los que ha vivido momentos buenos y malos”, que también ha superado.

Rafael Sánchez Ponce.

El destino lanzó sus dados

Luego el destino comenzó a jugar sus cartas, a lanzar sus dados para generar lo que algunos llaman casualidades y otros simplemente su sino. “Córdoba entró en un momento comercial gris que se llevó por delante muchos comercios y ese fue uno de los motivos que me trajeron a Vejer”, recuerda Sánchez Ponce.

Fue en aquellos años cuando “mi mujer alquiló una casa en El Palmar para pasar unos días de vacaciones. Una noche, casualmente, subimos a Vejer para cenar y nos gustó tanto que aposté por la localidad. Hubo un magnetismo que me atrajo y también supe que es un lugar en el que mi inspiración se despierta”.

Como en cualquier oficio, como en cualquier expresión artística, “cuando estás tranquilo, cuando estás a gusto y en un sitio que te transmite buena onda, la creatividad y la sensibilidad se abre paso para desarrollar el arte que tengas”.

Y aunque regresó a Córdoba, “no dejé de cavilar, de pensar en Vejer, de cómo instalarme allí”, ignorando que el destino ya lo tenía todo más que estudiado.  De hecho, dando un paseo se topó con un local, una joyería en la Plaza del Padre Caro, y cuando “la vi, hablé con la dueña, que es peluquera pero que montó la tienda lo hizo pensando en sus hijos, pero estos volaron fuera y se quedó con ella. Tal fue la casualidad que yo me llamo Rafael Sánchez Ponce y la joyería se llamaba María Ponce. Hubo una conexión inmediata, como si me estuviera esperando… sin duda, era el destino. De hecho mi mujer es muy reservona y aunque no me animó, sí me dijo que le gustaba mucho el sitio”.

Rafael Sánchez Ponce.

Así que, dicho y hecho. Sánchez Ponce ya tenía su joyería en la que vender los diseños de su marca Ovio y también de otros fabricantes. Durante los dos primeros años estuvo solo, luego, cuando se asentó y fue creciendo, supo que se quedaba a vivir definitivamente en Vejer. Aún así, mantiene una tienda de Córdoba, otra en Zahara de los Atunes y otra on-line en la que sigue vendiendo la línea Ovio del califato.

Además, “desde hace un tiempo he comenzado a diseñar para otras personas a quienes les gusta mi línea creativa, mi estilo, el concepto que tengo de la joyería (cada artesano tiene su forma de trabajar, sus texturas, sus pátinas). La mía es específica y la gente me busca por ese estilo para llevarla al ‘merchandising’ de su empresa”.

La idea es que “sean más exclusivas, no tan publicitarias, que la gente lo use o se lo ponga y que no acabe en un cajón. Buscan ofrecer a sus clientes algo más atractivo”.

En cuanto a materiales, “trabajo en el que quieran, desde el zamak (aleación de zinc con aluminio, magnesio y cobre, se baja fusión, liviano, más ecológico al no llevar níquel, que con un baño tiene efecto de plata sin serlo), latón, bronce, plata (su metal preferido) y oro (por encargo).

Así ha diseñado para el Hotel Meliá de Sancti Petri, Ángel León, Paco Morales, el Atrio en Cáceres, Alejandro Sanz, el Campero de Barbate o para el Grupo Califa en Vejer.

Vejer, inspiración y creatividad

Vejer le inspira y despierta su creatividad. Y para desarrollarla desde hace unos tres meses también cuenta con un taller donde trabajar y diseñar… es “su burbuja creativa” en pleno casco histórico de Vejer. Sin horario. No es una tienda aunque lo parezca aunque “pensé en que ya que montaba un taller por qué no hacerlo bonito, acogedor, limpio. Busqué una casa o una habitación”, algo al estilo de los talleres clandestino de la Córdoba de su juventud, “pero pensé que por un poco más de dinero, mejor un local abierto, donde me puedan ver trabajar y que sea bonito. Si estoy trabajando, pueden comprar. Y cuando no estoy, me pueden buscar y en cinco minutos estoy allí para vender o recibir encargos. Es la ventaja de vivir en un sitio pequeño”.

Un sitio como Vejer, en el que “me he asentado y he caído de pie”, porque “con la humildad se nace y es una forma de vida. No puedes ir a vivir a un sitio y llegar en plan joyero magnífico de Córdoba, hay que aportar y hay que sumar, no restar”. Y aporta y participa, incluso en las últimas jornadas del Día Internacional del Lomo en Manteca en las que diseñó las pulseras que se dieron a las carnicerías participantes.

Rafael Sánchez Ponce.

“Creo que el destino me tenía preparado vivir aquí”, confiesa rendido a Vejer. “Es un lugar donde ofrecer mi arte y ejercer mi profesión”. Además, en la zona no proliferan los joyeros, hay artesanos que trabajan la madera, herreros, pero joyeros pocos… y Córdoba es la cuna y una gran cantera de la que salen, y emigran, muchos de sus plateros.

En la familia de Sánchez Ponce no existía mucha tradición joyera, “solo un tío mío, que era muy fino, de la antigua escuela, que trabajaba las filigranas, algo que se ha perdido por su elevado coste. Para mí fue una opción de trabajo, aunque luego me gustó”.

De hecho, hablando del futuro, se ve “con ochenta años sentado en el banco de trabajo, en Vejer” porque “soy un afortunado. Amo mi trabajo. Voy al taller y hago lo que me gusta. A las dos me tomo una cerveza y me voy a comer. Luego regreso al taller y sigo haciendo lo que me gusta. No le pierdo la cara a la vida, sigo viajando, pero el tiempo que paso en mi profesión no estoy trabajando, estoy divirtiéndome y eso es un lujo” porque además está claro que “la olla tiene que hervir, pero si hierve haciendo lo que te gusta, pues es una maravilla”.

Su línea más personal: su sello

Le preguntamos si al llegar a Vejer encontró similitudes con la Córdoba que dejaba atrás. “Totalmente. Cuando paseaba para descubrir el pueblo, había momentos en los que si cerraba los ojos y me decían que estaba en Córdoba me lo creía. Tienen muchas similitudes. El peso de la historia. Un pasado lleno de culturas”.

Y en su burbuja creativa, en su taller vejeriego, “desarrolla una línea propia de diseño que nada tiene que ver con Ovio”, una línea “inspirada en Baelo Claudia. Es mi sitio especial para crear y pensar en joyería. Juego mucho con texturas, terminaciones, con pátinas, con monedas como los sestercios… con la época romana, con el atún, los salazones, el mar… es mi nicho de mercado aunque no es nada comercial, para eso están las otras tiendas”.

Una línea que “no le gusta a todo el mundo, pero ese me encanta porque cribo a gente que no la veo llevando mis productos. Luego hay a quienes les encanta y coincide con mi idea del cliente en el que pienso. Me llena que me digan, aunque no lo compre, que es lo más bonito que ha visto. Pienso en gente con mucha sensibilidad, con ciertos valores y cultura”.

Hablamos sobre “el buen momento que vive la joyería artesanal” porque “la gente está cansada de las grandes marcas, de piezas sin identidad, generalistas. Las piezas se prostituyen al tiempo que se valoran lo hecho a mano, la artesanía, el valor de la imperfección”.

Rafael Sánchez Ponce.

Obviamente “sé trabajar la perfección porque cuento con tecnología y personal para ello”. Hay entra su trabajo para el ‘merchandising’ de empresas como BMW o Hyundai, por poner un ejemplo. Estas empresas buscan premiar, fidelizar o recompensar a sus mejores clientes con piezas más exclusivas en las que “tienes que ser perfecto porque trabajas sobre un logotipo que ya está creado. Puedo rodearlo con piezas creativas, de estilo diferenciado, pero no puedo modificar el logo a mi rollo. Tengo que ser muy fino”. Con esos encargos “gano billetes” porque hablamos de cientos de piezas.

Pero “el que quiere algo más exclusivo, algo diferentes, me busca por la imperfección, por mis manos, por mi concepto. Ahí sí hay un valor añadido. Eso es lo que me diferencia de los demás, es mi mano, mi sello”, como puede verse en los apoya cubiertos que diseñó para el chef Ángel León (que son una maravilla que se asimilan a pequeños moluscos sobre una roca), o en los que acaba de diseñar para la Casa de Manolete, un magnífico restaurante bistró cordobés, entre otros muchos trabajos.

De Vejer al Vaticano

Pero su arte traspasa fronteras y ahora está trabajando “directamente para el Vaticano en una colección de le hice hace dos años sobre Juan Pablo II por el centenario de su nacimiento. Fue un encargo que ha estado dos años olvidado (por la pandemia y por cambios orgánicos en su administración). Un encargo que llegó de la mano de su amigo desde la infancia, Marco Augusto Dueñas Cepas, “el único escultor español que tiene tres estatuas en la Cúpula de Miguel Ángel”.

Este escultor cordobés realizó una escultura de unos ochenta centímetros a Juan Pablo II y para desarrollar todo el  ‘merchandising’ alrededor de la misma, llamaron a Rafael Sánchez Ponce para que diseñara las diferentes piezas, como llaveros con el rostro de Juan Pablo II en bronce sobre mármol de Carrara, o collares con piedras naturales y turquesas. “Ahora estoy liado con el presupuesto” del que es uno de sus encargos más importantes.

También está diseñando pulseras para un Campeonato de Polo que se celebra en los Emiratos Árabes que lo patrocina Richard Mille, la empresa de relojes más prestigiosa del mundo. Un encargo que “aún no está aceptado” pero que el mero hecho de contar con él, da cuenta de cómo se valora su trabajo… “es que ya tengo 50 años y llevo mucha experiencia a mis espaldas”, señala con humildad este joyero cuyas manos son oro puro.

Un joyero que conoce el oficio desde la base y cuyos diseños le definen. Un joyero que ha encontrado en Vejer ese lugar de inspiración al que tanto aspiran los artistas. Un joyero que ha elegido vivir en una joya para seguir diseñando joyas. El joyero que encontró su joya.

 

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