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Atravesar el duelo desde las entrañas de Vejer.... el corto 'Dolores' inicia su andadura

El Teatro San Francisco acoge el estreno de ‘Dolores’, cortometraje de Edyta Niewinska, que ahora inicia su periplo por los festivales

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  • Imagen del rodaje.

El pasado domingo, 15 de septiembre, el Teatro San Francisco de Vejer de la Frontera se vistió de gala para recibir el preestreno de Dolores , un cortometraje que habla, en esencia, de una emoción tan universal como el duelo. La obra, escrita y dirigida por Edyta Niewinska, no solo logró llenar el teatro, sino también captar la atención de todos los presentes, en una tarde cargada de emoción y expectativas. Este preestreno, más allá de ser un simple acto de proyección, se convirtió en un homenaje a la cultura local y en una celebración del cine independiente que, contra todo pronóstico, se alza y brilla desde pequeños rincones del mundo.

Edyta, una cineasta polaca de nacimiento que, en sus propias palabras, ya cuenta con "pasaporte español", se mostró emocionada por la acogida que el corto tuvo en su primera proyección. "Mi idea era que, al ser un cortometraje rodado aquí, con gente de aquí, quería realizar una primera proyección en Vejer antes de su estreno en los distintos festivales a los que llevaremos la obra”, comenta entre risas. Y el éxito fue rotundo: un teatro lleno que reflejaba el interés y el cariño que los vecinos sienten por esta obra y, más allá, por la cultura en general.

La historia de Edyta es, en sí misma, un relato fascinante. En octubre de 2012 llegó a Vejer, casi por casualidad, tras ganar un sorteo que la llevó a Jerez. "Nunca tuve suerte de ganar la lotería, pero la única vez que gané algo fue un viaje a Jerez. Y al llegar, claro, quise aprovechar y ver más zonas ya que estaba en la otra esquina de Europa, así que, entre otros lugares , vine a Vejer y me enamoré completamente del pueblo".

“Era un día gris, con mucho viento, el típico levante que azota la costa gaditana, pero nada de eso importó”. Vejer la cautivó al instante. “Me dije, me voy a quedar, voy a intentar quedarme a vivir aquí siempre que fuese posible y, si no, pues no es un fracaso porque siempre se puede volver a Polonia o irme a otro país”, recuerda con una sonrisa. Y así fue: Edyta se quedó, sin saber apenas español más allá de dos palabras básicas: “hola” y “mañana”. Aun así, no le importó. Armándose de valor, decidió lanzarse a la aventura, sin miedo al desafío de aprender un nuevo idioma.

Para entonces, ya había publicado su primera novela en abril de ese mismo año y trabajaba en la segunda. Estaba en un punto crucial de su vida. “Me dije, vale, si me quedo, me voy a prometer que voy a ser artista, que no voy a comprometer mi vida por trabajo, por dinero, por buscarme la vida. Si hacía ese cambio tan radical que fuese por algo, por Intentar vivir la vida de artista, de escritora y mira… no solo sigue escribiendo, no solo soy guionista, sino también directora de cine”, relata con un brillo de satisfacción en los ojos. Y lo cierto es que cumplió con creces aquella promesa. Desde que decidió quedarse, no regresó a Polonia ni siquiera para recoger sus maletas. Pidió a sus amigos que se las enviaran desde Poznań, su ciudad natal, a orillas del río Varta, y así, sin mirar atrás, comenzó una nueva vida en Vejer.

En Polonia, Edyta había llevado una vida frenética, tratando de equilibrar su pasión por la escritura con la gestión de su propia empresa de Relaciones Públicas. “Tenía clientes de toda Europa y un grupo de trabajadores. Eso durante diez o doce horas al día, mientras que por las noches me dedicaba a escribir. Era muy duro porque era esquizofrénico, era como tener una doble vida, pero ninguna me llenaba completamente. porque cada una comprometía a la otra”, confiesa. Este estilo de vida la agotaba y la mantenía atrapada en una insatisfacción constante, algo que, finalmente, la llevó a buscar una nueva dirección en Vejer.

Hoy, con tres novelas publicadas en Polonia, Edyta se siente más conectada que nunca con su faceta de escritora. Sus obras se enmarcan dentro del drama psicológico, un género que ella describe como "de profundidad". Su segunda novela, Levante , está ambientada en Vejer, ese rincón del mundo que la atrapó para siempre y en el que comenzó a descubrir un nuevo estilo de vida. “Aquí la vida se vive en las calles”, afirma.

En Vejer, como les ocurre a muchas personas que deciden quedarse, Edyta no solo se enamoró del paisaje, sino también de su gente. "Me enamoré no solo del pueblo, sino de la gente y del ambiente cultural que se movía", comenta con emoción. En esos primeros días, antes de dominar el español, hizo amistad con otros "guiris" (extranjeros), que se convirtió en su red de apoyo. Pero lo que realmente la ayudó a sumergirse en la cultura fue su método poco convencional para aprender el idioma: "aprendí en las colas de las tiendas, escuchando a los clientes". Poco a poco, fue construyendo su conocimiento del español, no en una escuela, sino con el oído. "A veces volvía a casa con cosas que no quería comer", recuerda entre risas, pero así fue como se adentró en un nuevo mundo de palabras y expresiones.

Su sueño de escribir guiones había comenzado en Polonia, pero el mundo del cine allí le resultaba inaccesible. "Es un mundo muy cerrado y también muy pequeño. En toda Polonia se produce anualmente las mismas películas que se producen solo en Andalucía. No había espacio para todo el mundo, independientemente si eras una persona creativa o si tenías historias bonitas que contar", explica. Fue solo cuando se sintió cómodo con el español que decidió dar el paso e intentar entrar en el mundo del cine en Andalucía. “A mis cuarenta años, sabía que no podía esperar más. Si no lo intentaba, el tiempo se me iba a escapar. Era el momento", afirma con convicción.

Su primer paso fue investigar las distintas asociaciones de cineastas en la región, y finalmente se unió a la Asociación Andaluza de Mujeres de los Medios Audiovisuales (AAMA). Aunque reconoce que el cine es un campo dominado por hombres, Edyta se sintió atraída por el feminismo de esta asociación, y se propuso romper con los estereotipos.

El cortometraje Dolores , el cual marcó su debut como directora, aborda un tema profundamente humano: el duelo. "El duelo realmente es una emoción universal y que todo el mundo comparte. Es una emoción que nos une", explica. Sin embargo, en nuestra sociedad, a menudo no se da el espacio necesario para que las personas procesen su dolor, y los amigos, aunque bien intencionados, muchas veces no saben cómo apoyar. "Te dicen que no estés triste, pero eso no es apoyo porque el duelo hay que pasarlo", sostiene Edyta. La historia de Dolores sigue a una mujer que, tras atravesar su duelo, encuentra a un hombre, pero Edyta aclara que no es una historia de amor tradicional. "Es de la emoción del duelo, cómo vivir después del mismo".

El rodaje, que duró cuatro días y se llevó a cabo en diversas localizaciones de Vejer, contó con un equipo de actores locales, incluyendo a Ileanna Simancas, María José Mera y Lochlann O'Mearáin. Sin embargo, el proceso no fue fácil. “He tenido que vender un riñón”, bromea Edyta, refiriéndose a las dificultades financieras que enfrentó para completar el proyecto. La financiación fue lograda "a pulmón", con apoyo de personas anónimas a través de campañas de crowdfunding, aunque lamenta que no recibió ninguna ayuda de las administraciones locales. “Desde administraciones como el Ayuntamiento, nada de nada”, apunta con cierta resignación.

A pesar de las dificultades, ‘Dolores’ es solo el comienzo de una nueva etapa en la carrera de Edyta. Recientemente, ha sido contratada por un teatro de Praga para escribir y codirigir una obra, y también está trabajando con dos productoras en la realización de dos nuevos cortometrajes.

La historia de Edyta Niewinska es una prueba de que la pasión y la determinación pueden llevar a una persona a superar cualquier barrera, ya sea cultural, económica o personal. En Vejer, ha encontrado su hogar, su inspiración y el espacio para florecer como artista, haciendo del cine y la escritura no solo su profesión, sino su forma de vida.

 

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