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Exprostituta: digo "puta" porque esa palabra no maquilla la violencia

La autora del libro "Ninguna mujer nace puta", Sonia Sánchez, se encuentra en España explicando que la prostitución, que ella ejerció en su país, Argentina, es una forma de explotación y de violencia contra las mujeres y que por tanto no puede legalizarse como un trabajo

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La autora del libro "Ninguna mujer nace puta", Sonia Sánchez, se encuentra en España explicando que la prostitución, que ella ejerció en su país, Argentina, es una forma de explotación y de violencia contra las mujeres y que por tanto no puede legalizarse como un trabajo.

En una entrevista con Efe, se define como superviviente de violencia sexual y le gusta usar el término "puta" en su conversación porque "no maquilla la violencia sexual y los abusos" que sufren las mujeres que ejercen la prostitución.

Madre de un hijo, que ha educado desde el feminismo, Sonia, que tiene 50 años, no se cansa de relatar como a los 17 años decidió abandonar su pueblo, en la provincia de Chaco, para buscar trabajo en Buenos Aires, donde fue explotada sexualmente, como lo son cada año cuatro millones de mujeres en el mundo.


 

PREGUNTA: ¿Cómo llegaste a la prostitución?

RESPUESTA: La prostitución llegó a mi a través del hambre, de la falta de trabajo, de una buena educación y de una vivienda, por eso pongo en cuestión al Estado y a los gobernantes.

A mí me hicieron la puta de todos porque yo tenía mis derechos económicos, sociales y culturales violados y también por eso abusaron otros de mí.

 

P: ¿Por qué existe la prostitución?

R: Porque existen varones que van de putas, que son nuestros maridos, nuestros hermanos, nuestros pastores evangélicos, nuestros jueces y nuestros políticos.

Sin varones que vayan de putas, no habría putas y sin putas no habría prostitución y sin prostitución, no habría tráfico de personas para explotarlas sexualmente.

 

P: ¿Qué les dice a las personas que defienden que la prostitución es un trabajo?

R: Si es una puta, no le digo nada, porque yo estuve ahí y tuve que mantener la mentira como trabajo para sobrevivir en ese campo de concentración que es la prostitución.

A los gobernantes les diría que no deben legislar sobre esa violencia masiva contra las mujeres; ellos fueron elegidos por el pueblo para restituir derechos y no para hacer leyes para legitimar la violencia, porque la prostitución es violencia.

 

P: Reconoces que la prostitución te deja sin voz y que viviste esa etapa adormecida. ¿Cómo conseguiste salir?

R: Expresando la rabia que tenía dentro, que no es odio. Lo único que no logró la prostitución fue romper mi capacidad de amar y desde ese sentimiento pude empezar a reconstruirme como una mujer rebelde y desobediente. Hoy puedo decir mi cuerpo -enfatiza- y no pronuncio un discurso prestado.

Cuando digo puta no lo digo para humillar a otra persona o nombrar a una mujer; digo esa palabra porque no permite maquillar esa situación de violencia.

 

P: ¿Qué le pedirías a la sociedad? ¿Cómo te podrían haber ayudado, en tu caso, las personas de tu entorno?

R: Les pediría que dejen de ser cómplices de esta violencia, porque todos por acción u omisión somos cómplices.

Sería bueno que todos comenzáramos a desdibujar la frontera de los buenos y de los manos, de la casa y la calle.

 

P: ¿Y a las mujeres que dicen que ejercen la prostitución voluntariamente?

R: Que las comprendo, porque he estado ahí y sé que una mujer cuando está siendo prostituida está atravesada de violencia física y mental y para sobrevivir debe mentirse y sostener la mentira de los demás. Pero sobre todo lo que les diría es que deberían buscarse, porque cuando te hacen la puta de todos, tú no te ves; les invitaría a que busquen esa mujer rebelde y desobediente para decir basta, porque no son dueñas de sí mismas para decir basta. Trabajen sus miedos, porque hay mucho miedo.

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