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Torremolinos

Una máquina de la censura pervive en un sótano del Palacio de Congresos de Torremolinos

El mismo lugar en el que, a medida que se suavizó el control de la censura, quedó en desuso

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Un simple beso entre dos actores no tenía cabida en las películas que se proyectaban durante el franquismo, que la censura se encargaba de cortar con máquinas como la que, tras más de 30 años de democracia, aún se conserva en el sótano del Palacio de Congresos de la Costa del Sol en Torremolinos.

Las imágenes prohibidas llegaban, por lo general, cortadas desde Madrid, pero era trabajo de los inspectores del Ministerio de Información comprobar que se habían eliminado todas las escenas requeridas, que seguían las directrices y que el metraje de la película era el autorizado por los censores de la dictadura.

De sus más de veinte años como inspector en Málaga, Francisco Mena recuerda que las trabas que imponía la censura se suplían con mucho ingenio y mediante el uso del doble sentido, tanto en el cine como en la música y en el teatro, lo que ayudaba a los autores a "transmitir, con límites, lo que querían", ha explicado a Efe.

Como las películas se visionaban antes de su proyección al público para intervenir en caso necesario, la celebración, a partir de 1969, del Festival de Cine de Autor de Benalmádena propició se enviara un equipo técnico a Málaga por si había que cortar fotogramas.

Voluminoso y pesado, hoy este olvidado equipo permanece en un pasillo del sótano del Palacio de Congresos y Exposiciones de la Costa del Sol, en Torremolinos, el mismo lugar en el que, a medida que se suavizó el control de la censura, quedó en desuso.

Pero el filtro censor no abarcaba sólo el contenido cinematográfico, sino que los inspectores también vigilaban la picaresca de los cines, que se saltaban el nodo y acortaban las películas para así poder ofrecer más sesiones.

Y para evitar que se colaran menores en las salas, una vez comenzada la película los inspectores entraban a oscuras y se colocaban de espaldas a la pantalla, que iluminaba las caras, lo que permitía expulsar a los espectadores infractores, ha rememorado Mena.

Más sobresaltos daban los espectáculos de revista que en aquella época prodigaban en las salas de fiesta y hoteles de la Costa del Sol, tanto por el atuendo de las bailarinas como por sus sensuales movimientos.

Uno de estos gestos, en los que una artista hizo vibrar sus pechos en la pasarela de un hotel de Torremolinos a principios de los años 60, supuso una sanción de 25.000 pesetas para el espectáculo.

El delegado en Málaga del Ministerio de Información, que se encontraba en la sala, hizo que se levantara el acta que derivó en la multa, elevada si se tiene en cuenta que el sueldo de éste rondaba las 3.500 pesetas al mes.

Mena, quien posteriormente fue gerente de la patronal hotelera de la Costa del Sol (AEHCOS), también cuenta que, aunque las compañías de revista no podían actuar en poblaciones de menos de 50.000 habitantes, una de ellas lo hizo en Estepona, donde se montó tal "circo" que la Guardia Civil tuvo que subir al escenario.

Con el paso de los años y el auge turístico de esta zona, el control aminoró, pero aún sorprende que las tijeras censoras permitieran proyectar en su totalidad la película japonesa "El imperio de los sentidos" (1976), de Nagisa Oshima, con escenas de contenido sexual explícito.

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